Edna Juliana Rojas Hernández

“No lidero empresas, lidero futuros”, asegura contundente esta emprendedora tecnológica y activista financiera. En 2022 estuvo tras la creación de Lulo X, la plataforma que puso en manos de miles de colombianos el acceso a dólares digitales y educación financiera. Como cofundadora de este spin-off de Lulo Bank, el primer banco ciento por ciento digital que funcionó en Colombia, asegura que lideró “una revolución silenciosa” en el sistema financiero. Su visión consiste en que la tecnología potencie lo que nos hace humanos y regenere estructuras obsoletas.

Eligió la Ingeniería de Sistemas convencida de que sería la profesión del futuro. “Cuando estudié se hablaba de computación en la nube como algo lejano. Ahora estamos en la inteligencia artificial (IA) y la computación en la nube es un hecho”, dice esta pereirana, que trabaja en Microsoft y tiene uno de los cargos técnicos más altos de la región. Llegó a la empresa de Bill Gates finalizando su MBA en la Universidad Javeriana. Tenía la mezcla de habilidades técnicas y estratégicas que los reclutadores buscaban. Para ella, la innovación es concebir soluciones con impacto transformador.

El sentido de humildad de esta comunicadora caleña empezó a formarse muy temprano. Luego de su primera infancia con todas las comodidades, hubo un detonante que cambió drásticamente el panorama: atrás quedaron algunos lujos y cosas materiales, que le hacían ver el mundo de otra manera. Tuvo que aprender a vivir fuera de la burbuja. Con los ingresos de su primer trabajo se fue a vivir sola a los 17 años.

No decora su oficina. Y si hay una sala disponible, la prefiere para trabajar. Nació en Cali y de allí pasó con su familia por Aguachica, Bucaramanga, Ibagué y Bogotá. Por diferentes oportunidades, Alexandra Montealegre también ha vivido en Perú, Estados Unidos, Centroamérica y España. “No me cuesta cambiar de casa, de ropa, de hábitos alimentarios o de amigos, pero me es difícil generar arraigo”.

Su principal aporte al desarrollo es la sostenibilidad. Administradora de empresas con posgrado en Marketing, es la primera colombiana en dirigir la Región Andina en Tetra Pak, una multinacional sueca especializada en envases y procesamiento de alimentos y bebidas, a la que llegó hace 14 años. En el ADN de esta compañía está la búsqueda de sistemas alimentarios seguros, sustentables y resilientes. Por eso, durante los dos años que lleva en el cargo ha liderado varios proyectos en ese sentido.

Con un arma en una mano, un bebé en la otra y una fila de cinco niños detrás, María Luisa Fernández gritó: “¡Aquí no entra nadie!”. Los liberales habían llegado a su casa en Armenia en busca de su esposo, de filiación conservadora. Nadie entró y el abuelo salvó su vida. Esa es la imagen que a Silvia Aristizábal más le gusta de su abuela paterna.

Su pasión por el empoderamiento femenino se encendió en la adolescencia. Vivía en Bucaramanga y su tía materna la invitó a Bogotá. Quedó deslumbrada con lo que encontró: una mujer independiente en todos los aspectos, incluido el financiero. “Desde entonces, mi gran objetivo ha sido llegar muy lejos y poder inspirar a otras mujeres a que cumplan sus propios sueños”, cuenta sobre el momento en el que decidió mudarse a la capital y estudiar Comunicación Social, como su tía. Ya suma diez años de carrera, la mitad de ellos en L’Oréal, el gigante francés de la cosmética.

Durante décadas divorciarse en Colombia fue una carrera de obstáculos. La ley, profundamente protectora de la institución matrimonial, obligaba a quien deseaba poner fin a su vínculo a demostrar causales específicas: infidelidad, maltrato, abandono u otras formas de quiebre grave. En la práctica, eso implicaba revivir experiencias dolorosas o resignarse a convivencias insanas porque no podía irse con el temor de dejar a sus hijos o de una acusación de abandono.Más adelante, la posibilidad del mutuo acuerdo alivió el proceso, pero mantenía una exigencia: el consentimiento de ambos cónyuges.

Aunque para muchos la sostenibilidad suena a promesa lejana o cuestión de retórica, para mí es un valor central que, no solo debe ser medible en cifras, sino representativo del futuro que queremos construir. En la industria de la seguridad este concepto ha sido históricamente subestimado o directamente ignorado. Pero hoy cobra un sentido urgente y transformador.Liderar en este sector ya no puede limitarse a garantizar resultados operativos o financieros.