La industria farmacéutica nacional es hoy uno de los pilares más sólidos, estratégicos y dinámicos del aparato productivo colombiano. Su relevancia no solo se mide en cifras económicas, sino también en su capacidad de generar empleo formal, sostener estándares internacionales de calidad, responder en momentos de crisis y asegurar un horizonte de soberanía sanitaria en un país que enfrenta grandes desafíos en salud pública y competitividad industrial.Desde el punto de vista macroeconómico, el sector aporta el 12,2 por ciento del PIB industrial y el 1,5 por ciento del PIB total, ubicándose como un engranaje esencial en la economía. En 2019 alcanzó una producción de 7,2 billones de pesos, y en 2024 llegó a 8,7 billones de pesos, equivalentes al 5,1 por ciento del PIB manufacturero. Este desempeño representa un crecimiento acumulado del 84,2 por ciento en la última década.La infraestructura productiva es igualmente robusta: Colombia cuenta con 98 plantas certificadas en Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), de las cuales 34 tienen reconocimiento automático internacional. Este nivel de acreditación asegura procesos modernos y competitivos a escala global. El aporte laboral también es destacable. La industria genera más de 60.800 empleos directos (marzo de 2024), con un salario promedio de 2,3 salarios mínimos legales vigentes y con más del 80 por ciento de sus trabajadores vinculados mediante contratos indefinidos.En lo regulatorio, su peso es evidente: de los 8.722 registros sanitarios vigentes en 2021, el 60 por ciento correspondía a títulos con fabricante local y el 80 por ciento a productos de origen nacional. La diferencia en costos también resulta significativa: los medicamentos importados pueden costar hasta cuatro veces más que los nacionales, lo que hace de la producción local una herramienta insustituible para garantizar acceso equitativo, sostenibilidad financiera y estabilidad en el suministro.En el comercio exterior, las exportaciones sumaron 409 millones de dólares en 2024, principalmente hacia Ecuador, Perú y Panamá, con un perfil dominado un 85 por ciento por productos terapéuticos y profilácticos. Sin embargo, las importaciones alcanzaron los 4.205 millones de dólares, lo que generó un déficit de 3.796 millones de dólares.Aún así, las finanzas empresariales evidencian un sector sólido, ordenado y resiliente. Los costos operacionales equivalen al 60,7 por ciento de los ingresos, los gastos al 24,5 por ciento, y el Ebitda promedio es del 8,1 por ciento, con un retorno sobre patrimonio del 11,3 por ciento. En 2024 las ventas totales del sector llegaron a 29,7 billones de pesos. Los medicamentos de producción local representaron 8,83 billones de pesos, frente a 20,77 billones de pesos de productos importados. En el canal comercial, los nacionales sumaron 5,3 billones de pesos, mientras que en el institucional alcanzaron los 3,6 billones de pesos. Los importados, en contraste, dominaron el canal institucional con 16,23 billones de pesos, lo que demuestra la necesidad de ampliar la presencia local en ese segmento estratégico.En conclusión, la industria farmacéutica colombiana es mucho más que un sector económico: es la columna vertebral de la salud y la economía nacional. Genera riqueza y empleo formal, asegura precios competitivos, produce con altos estándares de calidad y garantiza capacidad de respuesta en emergencias. Fortalecerla no es un simple propósito sectorial: es una condición indispensable para el desarrollo sostenible, la seguridad sanitaria y la competitividad de Colombia en el ámbito internacional.*Contenido elaborado con apoyo de Asinfar
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