Crisis del sistema de salud le pasa factura a las farmacéuticas: “Necesitamos soluciones de fondo”

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El sector enfrenta desafíos enormes asociados a la disponibilidad de medicamentos y la regulación. ¿Cómo ve el panorama? IGNACIO GAITÁN: La situación del país en relación con el acceso a medicamentos no tiene precedentes y se exacerba aún más por el déficit financiero del sistema de salud. De todas las causas, es la asignación de flujo de recursos la que está impactando con más severidad la disponibilidad de medicamentos, debido a las deudas acumuladas dentro del sistema, a una UPC insuficiente y a factores como el envejecimiento de la población, que requiere cada vez más servicios y tratamientos. Por eso, es importante que el Gobierno garantice un flujo adecuado de los recursos, exista una trazabilidad de las deudas y que todos los actores pensemos conjuntamente en nuevas fuentes de financiación para cubrir las necesidades que existen. ¿En este momento qué es lo que más le quita el sueño?I.G.: Para cumplir nuestros compromisos con los pacientes y la industria es necesario que el Gobierno entienda que el déficit del sistema configura una asfixia financiera que compromete la sostenibilidad del sector farmacéutico, amenaza su estabilidad y pone en riesgo la continuidad de los tratamientos. A esta situación se suman otros factores, como la débil protección de la propiedad intelectual y la baja inversión en Investigación y Desarrollo (I+D). Ambos frenan la atracción de inversión extranjera y dificultan la consolidación de empleos, ingresos y alianzas estratégicas en salud y tecnología. También hay retos en investigación clínica, pues en la última década los protocolos aprobados apenas pasaron de 85 en 2014 a 87 en 2024. Este bajo dinamismo es un reflejo de las trabas regulatorias, la ausencia de estándares modernos y la alta variabilidad en los comités de ética.¿Por dónde empezar?I.G.: Desde Afidro hemos sugerido al Invima diversas estrategias para fortalecer a la entidad y su capacidad de gestión, como la adopción de mecanismos de confianza que permitan reducir el tiempo de los trámites, tener apertura con la innovación y evitar la duplicación de procesos. Se ha promovido la digitalización y alianzas público-privadas para agilizar procesos regulatorios, reducir tiempos de evaluación y posicionar a Colombia como un hub logístico de medicamentos.En términos generales, ¿cómo está hoy el desempeño del sector? I.G.: Según un reciente informe de Afidro y Sectorial, al cierre de 2024 la deuda con sus afiliados alcanzó los 4,6 billones de pesos, y solo en el primer trimestre de 2025 ya llegaba a 4,3 billones de pesos. De ese monto, el 61,8 por ciento corresponde a cartera corriente, es decir, servicios prestados en los primeros meses del año, y más del 60 por ciento está concentrado en los gestores farmacéuticos. Esto evidencia un deterioro en la dinámica de pago, que genera problemas de liquidez, dificulta el cumplimiento de obligaciones y profundiza la desconfianza entre los actores del sistema. Este deterioro se explica por un ajuste insuficiente de la UPC y por la reducción de 5,14 por ciento en los presupuestos máximos, que pasaron de 1,22 billones de pesos en los primeros cuatro meses de 2024 a 1,16 billones de pesos en 2025. Esta disminución, sumada a la creciente demanda y los retrasos en los pagos, generó la crisis que vemos hoy y que pone en riesgo el acceso oportuno a los tratamientos y medicamentos.Colombia tiene un modelo de salud reconocido a nivel internacional por su amplia cobertura y calidad… I.G.: Así es. Colombia cuenta con un modelo de salud que ha logrado importantes avances. En este camino, la industria farmacéutica ha sido clave al aportar innovación, acceso a tratamientos y desarrollo científico, además de contribuir al empleo, la inversión y el crecimiento económico del país. Hoy, el sector ha demostrado fortaleza y resiliencia frente a los desafíos financieros y regulatorios que afectan la planeación operativa, manteniendo firme su compromiso con la sostenibilidad del sistema. A pesar de la creciente morosidad, se sigue garantizando la disponibilidad de insumos, terapias y medicamentos, invirtiendo en investigación clínica y buscando alternativas que reduzcan los tiempos de tratamiento y mejoren la calidad de vida de los pacientes. Así mismo, hemos participado activamente en espacios como las mesas técnicas de discusión financiera, aportando datos y análisis que facilitan la toma de decisiones informadas para la sostenibilidad financiera y operativa del sistema. Esto evidencia que, incluso en un panorama de crisis, la industria sigue siendo un pilar del sistema.¿Cree que peligra el sistema de salud y el desempeño del sector?I.G.: Desde la industria se valora positivamente la intención de avanzar hacia un modelo de salud con enfoque preventivo. Sin embargo, se están implementando cambios estructurales que generan serias dudas sobre las condiciones necesarias para su adecuada implementación. La incertidumbre financiera es una de las principales preocupaciones, dado que hoy no hay claridad sobre las fuentes de financiamiento, y eso compromete la sostenibilidad del sistema y aumenta el riesgo de que la prevención se quede en un discurso sin respaldo práctico. A ello se suma la falta de claridad sobre aspectos operativos y logísticos. Por ejemplo, la transformación de las EPS plantea interrogantes sobre su capacidad para asumir mayores responsabilidades sin contar con nuevas estructuras de personal ni herramientas tecnológicas adecuadas. Necesitamos construir soluciones de fondo a la crisis del sistema, no medidas que aumenten la incertidumbre entre los actores y al mismo tiempo las barreras de acceso para los pacientes que no pueden quedarse sin sus tratamientos ni servicios. ¿Qué pasa con los pacientes?I.G.: Según un informe de Retorno Vital, en 2024 los pacientes recibieron, en promedio, solo 4,7 meses de tratamiento, lo que representa una grave amenaza para su calidad de vida, especialmente para quienes padecen enfermedades de alto costo, como el VIH o enfermedades huérfanas, que dependen de terapias continuas para vivir.¿Ese panorama es el que tiene a Colombia en las últimas posiciones del Índice Regional de Competitividad Biofarmacéutica?I.G.: El rezago de Colombia obedece a brechas estructurales en el acceso al mercado y en la protección de la propiedad intelectual. Aunque el país ha avanzado en investigación clínica y capacidades científicas, persisten desafíos que limitan la confianza de los inversionistas y, por ende, la llegada de innovación. Esto se refleja en el índice de Competitividad Farmacéutica e Inversión (BCI) 2025. Colombia pasó del 56 por ciento en 2017 al 53 por ciento en 2025. Este panorama evidencia una desconexión entre el potencial del país y su capacidad real de atraer inversión. Factores como la incertidumbre regulatoria, la disposición a emitir licencias obligatorias y las deficiencias en políticas públicas han deteriorado el ecosistema de innovación, generando una percepción de hostilidad hacia la industria farmacéutica. Además, la disponibilidad de medicamentos innovadores sigue siendo una oportunidad de mejora. De los más de 400 medicamentos aprobados mundialmente en la última década, solo el 44 por ciento llegó a América Latina y apenas el 33 por ciento al sistema público colombiano. ¿Cómo revertir esta situación?I.G.: Es clave superar barreras regulatorias y presupuestales, modernizar y agilizar los procesos de aprobación, reforzar la capacidad técnica de las agencias reguladoras y mejorar la protección de la propiedad intelectual, alineándola con estándares internacionales. Igualmente, es fundamental dinamizar los sistemas de acceso, incentivar la inversión en investigación y desarrollo, y promover alianzas público-privadas que impulsen la innovación en salud.

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