Circula en redes sociales un supuesto mensaje a candidatos presidenciales de oposición al gobierno, en el cual se pretende revelar la verdadera estrategia de Gustavo Petro: un plan de ruptura institucional.Se trataría del seguimiento preciso de un libreto cuidadosamente elaborado del populismo autoritario, consistente en generar crisis en diferentes sectores, propiciar choques con las corporaciones judiciales, nombrar en los cargos a personas icónicas que no cumplen requisitos, de manera que las sensaciones de zozobra, incertidumbre y caos se mantengan.No se trataría de errores, como tampoco de inexperiencia administrativa, sino del propósito explícito de enfrentar, dividir, causar miedo y descontento.Los mensajes erráticos y distractores que el presidente pone en sus redes hacen que los opositores critiquen sus fallas, calificando sus conductas de torpes y delirantes. En fin, respondiendo a los cambios ciclotímicos del mandatario y a cada una de sus propuestas.Mientras tanto, el presidente se posiciona como una figura de izquierda global, se victimiza en su narrativa, debilita los pesos y contrapesos del Estado de derecho, polariza la sociedad y captura sectores de la administración pública. Lo estaría haciendo de la misma manera que Chávez, Correa, Evo y Ortega.Cada fracaso es un triunfo. Convence de que el caos es culpa de otros. La caricatura lo fortalece. No es ignorancia ni torpeza, es una estrategia que la ceguera de la oposición no ve.Lo cierto es que las redes sociales —dentro de su evidente emotividad y ruido inmediatista— tienen la virtud de enseñar las diversas percepciones de la realidad política y los sentires populares. También es cierto que las tecnologías de la información y las comunicaciones han impactado fuertemente la forma de gobernar y hacer política.Los indicadores básicos mostrarían un desempeño gubernamental aceptable. La economía ha tenido un comportamiento de razonable crecimiento. La tasa de cambio, un poco alta, se ha mantenido. El desempleo ha bajado. La tasa de homicidios mantendría también tendencia a la baja.Sin embargo, la política de paz total ha dejado a centenares de municipios bajo la influencia de organizaciones criminales, acompasada con la baja de presupuesto, el debilitamiento y la desmoralización de la Fuerza Pública. El sistema de salud, mayormente intervenido por el Estado, está en crisis con amenaza de colapso, con la obvia deficiencia de la prestación del servicio. El sector mineroenergético, seriamente afectado por la concepción ingenua del gobierno. La sensación de inseguridad, lamentablemente, ha aumentado.El gobierno del cambio rompió prematuramente la coalición mayoritaria en el Congreso y decidió presionar mediante manifestaciones y descalificaciones; la misma técnica se ha aplicado a las corporaciones judiciales. Ha prevalecido la lógica del enfrentamiento y la oposición en lugar de la unidad y la colaboración armónica. Y no han faltado los escándalos de corrupción que involucran al gobierno.Gobernar es sortear la oposición y encontrar nuevas soluciones. Buscar culpables en las clases privilegiadas es excusa simplista de incapacidad gubernamental. Quien busca culpables no resuelve problemas.Más allá de la existencia de un plan de ruptura institucional, de estrategias populistas autoritarias y de las tradicionales rencillas políticas, lo que se echa de menos es una propuesta política de largo plazo que corrija los errores; que sea propositiva, productiva, unificadora, reconciliadora, que coloque al país exitosamente en el escenario global del siglo XXI.Cita de la semana: “La segunda bomba, esta vez de plutonio, fue arrojada el 9 de agosto, no sobre un blanco prefijado…, sino sobre otro alternativo, que por una cruel ironía era la ciudad cristiana de Nagasaki… Ese día murieron 74.800 personas”, Paul Johnson, Tiempos modernos (1988).
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