Se ha hecho una linda costumbre que estas visitas a Bogotá de grandes bandas que en los años ochenta se propulsaron al mundo entero y con su sonido definieron esa era, como Toto y Foreigner, resulten ser más que un viaje en el tiempo.La verdad es que, cuando suenan bien, con una mezcla entre superéxitos y gotas de novedad con momentos de virtuosismo bien aplicado, estos conciertos se hacen experiencias inolvidables. No fue la excepción con Foreigner, que superó expectativas en su paso por el Movistar Arena de Bogotá, el 5 de mayo de 2025. Es cierto, quizá lo único complicado vino al principio, cuando el sonido retó al público, y estuvo al borde de lastimar con su brillo. Afortunadamente, con el paso del tiempo encontró su frecuencia, alta, potente, rockera, pero manejable. Desde ese puntos, los presentes lo gozaron como se debía, con entrega y devoción. Una grata sorpresa fue percibir cómo, desde el principio, la banda estableció el clímax, paso a paso, canción a canción, y por eso lo vio estallar gloriosamente. Ese clímax, claro, viene de la mano de Lou Gramm, el hombre que con su voz llevó estas canciones a la cima. Y precisamente por eso, había una especie de presión. Se esperaba que Lou entregara algo digno, pero no se esperaba lo que entregó. Fue más allá, fue absolutamente emocionante.Apareció luego de una alta expectativa en “Juke Box Hero”, y desde ahí el concierto tomó una dimensión suprema. Si no hubiera aparecido Lou, era un enorme concierto de Foreigner, pero con Lou, representando a los integrantes originales, todo estalló musical y emocionalmente. Vino luego “Long, Long Way From Home”, y, junto con el coro del Colegio San Jorge de Inglaterra, sonaron “I Want to Know What Love Is”, que el cantante Luis Maldonado inició con un verso en español (quizá el que más se quería corear originalmente, pero se reconoce el gesto en este país de conectar así). Y luego Lou tomó el control para mostrarnos a todos lo que el amor... es.Para cerrar en una nota altamente alegre y enérgica, despidiendo a los bogotanos y a los siempre bienvenidos visitantes, la banda lanzó “Hot Blooded”. Así, la sangre y el ambiente calentaron de principio a fin, y así lo vivió la gente, que se fue con una gran sonrisa en la cara. Lou Gramm demostró que a sus 75 años, después de batallar un cáncer, aún es dueño de estos himnos. Puso la piel de gallina verlo en acción, sin necesidad de ser seguidor de la agrupación. Postales “extranjeras”Más allá de Lou Gramm se hace necesario reconocer el trabajo de toda la banda, que mezcla músicos de generaciones distintas para genial efecto: la potencia de Chris Frazier en la batería; la fuerza, impulso y ánimo de Jeff Pilson en el bajo; la enorme virtud de Michael Bluestein, en pianos y teclados, que por momentos pareció Rick Wakeman (qué fantástico fue borrar por momentos esa línea y perderse en esos sintetizadores setentero-ochenteros). Por su parte, el guitarrista Bruce Watson, de notable afro rubio, despliega un desbordante y contagioso entusiasmo rockero, además de grandes solos. Es un ensamble muy firme. Y bueno, destacar a Luis Maldonado es obligado: desde la voz dejó muestras de dominio inspirado de estas líneas vocales, con grandes versiones de “Waiting for a Girl Like You” y “Urgent” (en la que, además, Michale Bluestein se lanzó un inolvidable solo con un sintetizador keytar). En honor a la verdad, Maldonado todo lo hizo bien, porque hacia el final también empuñó su guitarra y mostró su talento múltiple.En esa sumatoria de músicos, enormes canciones, y golpes emocionales, se configuró un enorme concierto que se hizo inolvidable una vez su figura más reconocible dejó en claro que la edad es solo un número. Y después de ver esa entrega y cómo contagia a la banda, la idea de vivir honrando los talentos propios, a pesar de las adversidades, para nadie debería resultar extranjera.
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