Hace cerca de 170 años que se publicó por primera vez el ‘Manual de Urbanidad y Buenas Maneras’ del escritor venezolano Manuel Antonio Carreño, más conocido como el Manual de Carreño, texto de obligatoria lectura en las escuelas y colegios del siglo XX, así como de imperativa aplicación en las actuaciones de la vida corriente de toda sociedad. Los modernismos y las ideologías extremas han sepultado las más elementales normas de comportamiento en el hogar, el trabajo, el estudio y en la calle, dando paso al libertinaje que hoy lamentablemente ‘adorna’ a las jóvenes generaciones.El respeto hacia unos y otros, incluyendo claro está a los padres y a los mayores, a los amigos y a los compañeros, a los subordinados y a los jefes, así como la forma de hablar, la forma de vestir, el acatar la ley y las normas, el respeto a la propiedad privada y a la autoridad, son base fundamental de una sana convivencia. La dignidad de los cargos y la consideración que se tenga acerca de las Instituciones forman parte de ese ejemplo que honra a las personas que las respetan o que degrada a quienes las menosprecian. El desacato a las normas básicas de convivencia solo conducen al caos y a la anarquía.El jefe de gobierno es la más alta dignidad del poder ejecutivo y por consiguiente todos los ojos están puestos en quien representa la autoridad que le ha sido conferida gracias al valor de la democracia; esta persona se convierte en el centro de atención porque sus actuaciones, tanto públicas como privadas, afectan de una u otra forma a todos los ciudadanos. Es la representación de todo un país y, por tanto, el ejemplo a seguir por quienes conforman la sociedad que ve en este dignatario elegido por voluntad popular a quien se ha ganado el prestigio y el respeto, no por cuenta de un discurso populista e incendiario adornado con groserías, sino por el buen ejemplo en todas sus actuaciones y el total acatamiento a las leyes.Hay un dicho popular que se atribuye al Emperador Julio Cesar (100 a.C.- 44 a.C) “No basta que la mujer de César sea honesta, también tiene que parecerlo”, el cual también se puede sintetizar como ‘No hay que serlo, sino parecerlo’. Al respecto menciona Karent Urízar González (2015) que esta frase ha quedado en el diario quehacer como un paradigma del comportamiento, de la conducta que se debe exigir a quien ocupe un cargo representativo en la sociedad. El respeto se inicia con uno mismo y el respeto entre poderes y con las instituciones son el común denominador de un comportamiento ético que debe ser observado por parte de todos los servidores públicos.Es vergonzoso lo que se ha visto recientemente en participaciones públicas del jefe de Estado, donde sin ambages va insultando con palabras soeces a miembros del congreso, además de generar odio y enfrentamiento de clases, así como reviviendo a una organización terrorista que se supone dejó de existir por los acuerdos firmados con el gobierno que les perdono en nombre de los colombianos los crímenes cometidos. Como el mal ejemplo cunde, otro jefe de cartera también insulta públicamente a subordinados y nadie se pellizca; sin duda hay que leer a Carreño y aplicar sus recomendaciones.Las elecciones de 2026 se acercan y es importante recordar que los ‘progres’, como resultado de la aplicación de su ideología, han llevado al país al borde del abismo, pues hemos retrocedido muchos años. El nombre de ‘progresismo’ es solo un sofisma de distracción frente a sus intensiones de generar caos y anarquía para apoderarse por mucho tiempo del gobierno, porque progreso es lo opuesto, pues implica mejoría, avance, desarrollo, superación. No nos podemos dejar engañar una vez más por la dialéctica zurda y las falsas promesas. Tenemos un gran desafío por delante y es sacar a Colombia del atolladero en que nos han metido.