Las consecuencias del desgobierno

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A medida que avanza el actual Gobierno y a un año de las elecciones presidenciales que elegirán al próximo mandatario de los colombianos, lo único que parece quedar claro, tanto para nosotros como para la comunidad internacional, es que en nuestro país impera un profundo desgobierno. La legitimidad del presidente se ha visto gravemente afectada por sus cuestionados comportamientos personales, los cuales no solo han sido noticia en Colombia, sino también en el exterior, especialmente por los acontecimientos de la última semana.El excanciller Álvaro Leyva, en una carta dirigida directamente al presidente, reveló situaciones preocupantes que, sumadas a las contradicciones emitidas por allegados y funcionarios cercanos a la familia presidencial sobre el polémico viaje a París, refuerzan la percepción de una grave crisis. Quienes conocieron y fueron testigos de lo ocurrido durante esos días confirman las serias señales de veracidad en las denuncias de Leyva. Es indispensable que el país conozca toda la verdad.Como ya es costumbre, el Gobierno, ante los escándalos, recurre a las llamadas cortinas de humo para desviar la atención. Esta vez lo hizo a través del desafortunado episodio en el que el presidente insultó públicamente al presidente del Congreso, llamándolo HP. Este tipo de comportamientos evidencian que el actual Gobierno tiene como único interés aferrarse al poder, incluso al costo de actuar dentro o fuera de la legalidad, llegando a someter a las Fuerzas Militares con el fin de cumplir compromisos adquiridos con aliados delincuenciales bajo la bandera de la llamada paz total.Lo más alarmante es que esta estrategia de cooptación se extiende tanto al poder Ejecutivo como al Legislativo, a través de sus aliados del Pacto Histórico y de otros políticos tradicionales, enmermelados y corruptos, cuyo único objetivo es preservar su poder en el Congreso y seguir enriqueciendo sus patrimonios personales.Todo esto ha llevado a que hoy Colombia viva un total desgobierno, que —hay que entenderlo— es la situación que el actual Gobierno busca mantener, con el único fin de perpetuarse en el poder, siguiendo el ejemplo de sus aliados y referentes: Chávez y Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, la histórica dictadura cubana, y otros como Correa en Ecuador, los Kirchner en Argentina y Evo Morales en Bolivia. En estos países, finalmente, fue la unión de los ciudadanos la que permitió derrotar esos regímenes y retomar el camino democrático.Desafortunadamente, en Colombia, el panorama actual no es alentador. Con más de 50 precandidatos presidenciales priorizando su ego personal sobre el interés nacional, lo único que están logrando es facilitarle al presidente actual la tarea de seguir desgobernando.Hoy, nuestro contexto político enfrenta el peor de los diagnósticos: una profunda tensión política, cuidadosamente alimentada por el Gobierno, cuya estrategia es mantener a la oposición dividida y debilitada. Y, lamentablemente, lo están logrando. Salvo contadas excepciones, como la iniciativa liderada por el Centro de Estudios Hernán Echavarría Olózaga, que recientemente presentó una plataforma de propuestas para sacar al país del desgobierno, no hay señales claras de unidad. Sería deseable que los múltiples precandidatos de oposición estudiaran este documento —y los otros que seguramente surgirán— para construir una base sólida que permita lograr una unidad total, necesaria para recuperar el país a partir del 7 de agosto del próximo año.Además, esa unidad podría apaciguar las tensiones internas que hoy afectan a la oposición y que el Gobierno está aprovechando, a pesar de no contar con las mayorías y de enfrentar un creciente descontento popular. La estrategia oficialista apunta a mantenerse en el poder apoyándose en una segunda vuelta electoral, donde la división de la oposición podría ser su principal aliada. Esto solo provocaría una nueva frustración en la ciudadanía, ante una clase política más preocupada por sus intereses personales y sus egos, que, por arrebatarle el poder a una organización dispuesta a permanecer en el Gobierno, incluso si para ello debe pasar por encima de la Constitución y la ley.Una de las estrategias que los colombianos ya comenzamos a padecer es la limitación de la libertad de expresión. Actualmente, existe una persecución contra los medios de comunicación que, aunque no necesariamente sean de oposición, simplemente por no alinearse con el gobierno están sufriendo represalias. Al mismo tiempo, el gobierno utiliza sus propios medios —como los canales de televisión estatales— y las bodegas en redes sociales para difundir su propaganda. De manera aún más cuestionable, siguen empleando canales privados para transmitir los consejos de ministros, a pesar de que el Consejo de Estado ha prohibido dicha práctica, con el objetivo de acallar a la oposición e impedir que los ciudadanos puedan criticar libremente al Gobierno.Esta estrategia busca evitar una reacción contraria de la ciudadanía y de los medios, que, por miedo a represalias, prefieren guardar silencio. Así, se garantiza que, bajo el amparo del desgobierno, puedan permanecer en el poder no solo en el próximo período presidencial, sino durante décadas.Este desgobierno solo podrá ser derrotado si logramos actuar unidos, impulsando partidos políticos sólidos y llevando al Congreso a personas verdaderamente comprometidas con el país, y no con intereses politiqueros y corruptos, como ocurrió en las elecciones anteriores. Muchos de quienes engañaron al electorado se alinearon luego con el Gobierno para beneficiarse de la “mermelada” y la corrupción, y ahora buscan perpetuarse en el Congreso, incluso arropándose bajo partidos de oposición para garantizar su reelección. Todo apunta a que impulsarán y aprobarán la ley de transfuguismo, no para fortalecer la democracia, sino para proteger sus intereses personales.Se necesitan precandidatos a la presidencia que, antes de anteponer sus egos, estén dispuestos —ya sea con el respaldo de partidos políticos tradicionales o a través de firmas ciudadanas— a construir una única plataforma de gobierno. Solo así será posible recuperar al país del actual desgobierno y retomar el camino para hacer de Colombia, nuevamente, una república viable en todos los aspectos.Punto aparte: resulta increíble ver cómo personas que fueron miembros activos y defensores acérrimos del actual Gobierno hoy lanzan sus precandidaturas presidenciales hablando de “unión para recuperar el país”. ¡Qué vergüenza! No son más que politiqueros baratos.

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