Este viernes, el presidente Gustavo puso fin a los diálogos de paz con el ELN. Las conversaciones se habían congelado desde agosto de 2024, cuando esta guerrilla consideró que el Gobierno había incumplido lo pactado al seguir adelante con la mesa de negociación de la disidencia del ELN llamada Comuneros del Sur. Desde entonces, mientras el Gobierno le pedía al ELN muestras claras de su voluntad de paz, volvieron los secuestros, los atentados contra las Fuerzas Armadas, la extorsión y los hostigamientos contra la población civil. La frágil situación con el ELN terminó de romperse un día después de que el comisionado de Paz, Otty Patiño, denunciara un plan de esta guerrilla para asesinar a Álvaro Jiménez, vocero del Gobierno en la mesa de negociación con las Autodefensas Gaitanistas y mano derecha del comisionado de Paz. Pero no fue este hecho el que colmó la paciencia del Gobierno. Fue la arremetida sangrienta del ELN en el Catatumbo la que convenció al presidente Gustavo Petro de que este grupo armado no tenía ninguna intención de paz. Al momento de escribir estas líneas, el número de personas asesinadas era cercano a 50, los pobladores de varios municipios estaban confinados y cientos de personas desplazadas.Lo que sucede en el Catatumbo no fue sorpresa para sus pobladores. El miedo a esta guerra ya había sido expresado desde hace meses en la región, por las constantes amenazas de enfrentamiento entre las disidencias del frente 33 de las Farc y los del ELN.Las disidencias de las Farc al mando de alias Calarcá y el ELN desde hace ya varios meses se venían mostrando los dientes, ante la insistencia de las autoridades regionales al Gobierno de prestar atención. Esta tensa calma se rompió con el horrible asesinato de Miguel Ángel López, su esposa y de su bebé de 9 meses, cuando transitaban por la vía entre Cúcuta y Tibú. Mientras desde las disidencias de las Farc se afirma que alias Manuel Guevara, cabecilla del ELN, fue quien habría ordenado la muerte de esta familia, desde la orilla del ELN se sostiene que fue el frente 33 de las disidencias de las Farc el responsable. Lo cierto es que esta masacre desató la barbarie. Los miembros del ELN han ido casa por casa en el corregimiento de San Pablo, en Teorama, buscando a firmantes de paz de las Farc para asesinarlos. En un solo día se había confirmado la muerte de cinco firmantes de paz, pero son muchos más. Los pobladores cerraron sus casas, los que pudieron migraron al casco urbano de Ocaña y Cúcuta, y los alcaldes de poblaciones como El Carmen, El Tarra y Tibú debieron abandonar sus municipios. Lo que vive el Catatumbo es el resultado de décadas de abandono estatal. A pesar de que esta región fronteriza de Norte de Santander está llena de biodiversidad, tiene paisajes que roban la respiración y ríos que alimentan una despensa agrícola, no es su belleza la que está en la memoria de los colombianos. Su nombre ha estado ligado a una violencia que no para.Ocaña, El Carmen, Convención, Teorama, San Calixto, Hacarí, La Playa de Belén, El Tarra, Tibú y Sardinata han sido durante años el lugar donde se refugian grupos armados que han tenido una disputa durante muchos años por dominar este corredor del narcotráfico. Según lo recogió en sus memorias la Comisión de la Verdad, la primera guerrilla en llegar fue el EPL, que arribó entre 1973 y 1974. Luego, el 31 de enero de 1979, el poder lo usurpa el ELN, con la toma guerrillera de Convención, donde se convierte en el amo y señor de la región, poderío que mantiene hasta los noventa, cuando aparecen las estructuras paramilitares al mando de Jorge 40.Con el desarme de los grupos paramilitares, los guerrilleros del ELN volvieron a la zona, y luego, tras los acuerdos de paz con las Farc, las disidencias llegaron también a disputarse el dominio territorial, muchos de ellos como cuidadores de los corredores del narcotráfico a cargo de los carteles mexicanos de la droga.La llegada al poder de Gustavo Petro y su política de paz total hizo pensar que la historia cambiaría. El inicio de conversaciones de paz con el ELN y las disidencias de las Farc, y el cese al fuego con ambos grupos hizo que naciera una esperanza. En marzo de 2024, el Gobierno nacional se reunió con organizaciones civiles, líderes campesinos y actores de la región y les prometió la inversión que durante décadas se les había negado. Un billón de pesos fue la cifra prometida por él para hacer inversiones como la pavimentación en la vía Convención-La Mata, la construcción de la Troncal del Catatumbo, la Universidad del Catatumbo, además de soluciones en educación, salud, vías terciarias y sustitución de cultivos.Pero este Gobierno tampoco cumplió. Los recursos no llegaron y el ELN solo utilizó los diálogos de paz para fortalecerse militar y territorialmente. La Defensoría del Pueblo había enviado una alerta temprana desde noviembre advirtiendo lo que iba a pasar. A pesar de los llamados, nada pasó y el Catatumbo estalló en una guerra de la que será difícil contar sus muertos. La gente en la región sabe que la respuesta no es mayor presencia militar. Desde hace décadas ahí hay presencia del Ejército, pero, según dicen los periodistas de la región, son prisioneros en sus propias bases. No pueden salir, porque los matan, incluso los tenderos y comerciantes tienen prohibido venderles cualquier cosa a los militares. El tema no es de hombres. El Catatumbo es una región completamente olvidada de inversión social y sometida al dominio de los ilegales.Hoy la historia se repite, y una vez más la sangre corre por el Catatumbo.
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