Festival Cordillera 2025: balance fantástico para un evento en el que 82 mil almas corearon, bailaron, lloraron

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Luego de una jornada inicial histórica el sábado de apertura, que congregó a 42 mil almas, en la que íconos como Carlos Vives, Rubén Blades y Miguel Bosé (entre muchos otros talentos) demostraron su peso en tarima y efecto, el domingo no agotó existencias (por poco), pero estuvo lejos de decepcionar. Dejó un mar de memorias hermosas con su derroche de figuras, de sonidos y ritmos del continente americano, de baile y canto. ¿Cómo no agradecerlo?Por el nivel de cartel, esto era de esperarse, pero no dejó de ser emocionante estar ahí, en medio de la marea de 40 mil personas, para sentirlo. La jornada fue primordialmente seca, y si bien el final fue pasado por agua, porque esto es Bogotá, se contó con la suerte de que Fito Páez y su enorme banda estaban en escena para combatir el aguacero con sus decenas de éxitos. “Le vamos a ganar a la lluvia”, arengó el rosarino, y aportó lo suyo para conseguirlo (reduciendo su nivel de quejas y arrogancia al mínimo, enfocándose en dejar su tremenda voz, su piano y sus himnos). Es posible que haya algunos enfermos, pero, después de semejante show, no hay muchos arrepentidos.“Nadie nos prometió un jardín de rosas”...La jornada abrió cerca de las 2:20 de la tarde, desplegando el caos y júbilo de Skampida, bajo un cielo gris de parches azules. Nuestro recorrido empezó justo después, antes de las 3, para ver la reunión en vivo, luego de 9 años, de la banda Ciegossordomudos. La agrupación sorteó un par de líos de sonido para dejar una muestra de su arte irónico e inteligente. Pablo Bernal (batería), Alejandro Gómez-Cáceres (guitarra y voz), Jota García (bajo) y Tuto Tamayo (teclados) mandaron a la Cenicienta a dormir contenta (una alusión a su gran canción de cierre, “Calcetos”).“Se largan todos de mi casa”...Siguiendo la línea de las reuniones, vino entonces el momento de la más esperada, la más icónica, la de Serú Girán, liderada por las voces, el bajo virtuoso de Pedro Aznar y la guitarra inspirada de David Lebón (qué historia hecha arte, qué bandota en general, qué baterista). Con un acompañamiento visual de imágenes que repasaban su historia, con himnos en los que rindieron culto a su música y a sus compañeros de banda ausentes (a Charly García y a Oscar Moro dedicaron “Nos veremos otra vez”), Serú Girán emocionó a miles, para quienes encendió una máquina del tiempo cargada de sentimiento, de añoranza, de poesía, de esperanza y de arte contra todo tipo de dictaduras. “No te entregues, por favor; se debe ser fuerte en estos tiempos, para resistir la decepción”...En su show, para sorpresa de muchos (parcialmente bienvenida), Carlos Vives se les unió en tarima para cantar “Esperando nacer”. Y con “Seminare” cerraron su recital, que le sacó bellas lágrimas a David Lebón, así como a gran parte del público.Todo festival implica sacrificios. Entre muchos, se hizo necesario sacrificar a Los Bunkers (de Chile, cuyo unplugged no bajó de hermoso para muchos consultados) para experimentar de cerca el show que más había esperado. Valió la pena.Ver de cerca a Illya Kuryaki & The Valderramas desplegar su rotundo abanico sonoro de grooves y letras, hipnotizando a todos los presentes, fue una experiencia de vida. La banda liderada por Emmanuel Horvilleur y Dante Spinetta se reunía también, después de años de aventuras por separado, y, como lo había hecho en sus visitas previas a Rock al Parque, convirtió al Simón Bolívar en la mismísima Casa Jaguar (la ratificó, de hecho, porque un bello jaguar gigante marcó la decoración y la estética del festival).En su hora, acompañados por una banda excepcional en la que todos sonaron fantástico, en la que los vientos sumaron una capa fantástica, los argentinos le volaron la cabeza a quienes no esperaban mucho y satisficieron de lejos a quienes en ellos habían depositado su expectativa. Rotundo éxito, siempre. Le rindieron homenaje a Luis Alberto Spinetta, padre de Dante y fuerza vitalicia del rock argentino. Y cuando le pidieron a la audiencia que le mandara sus saludes al Pibe, y se pusieron la 10 amarilla para cerrar el show con “Abarajame”, todo cuadró. En su mismo nombre hay una venia a Colombia, y acá se sienten en su segundo hogar. Por eso no sorprende que hayan dejado esta avalancha musical que repasó todas sus fases, en uno de los espectáculos inolvidables del Cordillera 2025. “Selva de mis venas, tierra de jaguar; árbol sangre verde que tu quieres podar; dame bendiciones, hay que despertar; Chaco piel de indio, nunca morirás en el Chaco”...Para ese momento, la masa humana se había hecho más notoria, y muchos de los seguidores de la banda mexicana Zoé ya asomaban para guardar buena posición. Este concierto tuvo el guiño acertado de ofrecer sus canciones iniciales a los seguidores más fieles (un gesto que se puede respetar para una banda que ha visitado el país en varias ocasiones).Su voz y rostro ante el público, León Larregui, si bien agradecido, parecía no querer darse a entender (existe el chance de que su micrófono le haya jugado malas pasadas). Aún así, la banda sonó rotunda, con un bajo limpio que propulsó la tromba musical que plantea y basa mucha de su propuesta en sus atmósferas.Después de algo tan contundente como Illya Kuryaki le es difícil brillar a cualquiera, pero el de Zoé fue un concierto directo al corazón de sus miles de seguidores. En su versión de “Soñé”, la clara indicada para cerrar su set, se libró la pirotecnia hacia los cielos que ya avisaban algo con esporádicas gotas...En ese punto, se hizo necesaria una procesión hacia los baños, que este año, en la localidad general, se unificaron en un punto (si bien divididos claramente entre géneros). Se debe anotar que, en ese punto de la noche, la experiencia fue ágil.En ese camino de ida y vuelta, para esperar lo que sería el show de Fito Páez, a lo lejos se hacía sentir la tromba sonora que arrojaban Los Caligaris y la respuesta que generaba. No deja de impresionar el zumbido poderoso del público que acompaña a estas agrupaciones argentinas, cuyos temas han dado pie a varios himnos de tribuna.Y entonces llovió, llovió fuerte, y Fito Páez combatió. “Va de retro”, le dijo a las aguas, que no le hicieron caso, pero poco importó. Entregó un show gigante, con músicos increíbles, dejando todos sus clásicos imprescindibles. La gente, de todas edades y géneros, coreó fuerte con Fito, completando el ritual que cerró con puntos altísimos como “Mariposa tecknicolor” y “Y dale alegría a mi corazón”. View this post on Instagram A post shared by Fito Paez (@fitopaezmusica)Después de semejante lavada musical, nuestro recorrido terminó en el Cotopaxi, la carpa, donde Frente Cumbiero dejó una maravillosa nota de cierre. Estos cuatro virtuosos hacen de la cumbia un sabroso vehículo psicodélico, partiendo de una percusión salvaje que marca el incesante ataque de sabor (con visuales geniales). Cuando le sueltan la carpa, el Frente Cumbiero responde. Y eso hizo para despedir un fin de semana glorioso en muchos sentidos, que solo deja abierta la enorme expectativa de la que será, en 2026, una edición que marcará su media década de gozo poderoso.Notas*En el Cordillera se siente un fervor particular. Se trata de un festival en el siglo XXI, pero parece fijarse menos en la apariencia instagrameable y más en la experiencia comunal.*La Inteligencia Artificial llegó para quedarse en varias de las propuestas visuales. Aún se agradecen las más curadas. *La organización entendió que una edición cargada de íconos taquilleros como la que conjuró para 2025, que se planteaba como su más exitosa a la fecha, exigía más espacio. Por primera vez en sus cuatro años de historia, aprovechó la plaza del Parque Simón Bolívar (como ya lo venía haciendo en su otro gran evento, el Festival Estéreo Picnic). Era necesario, y fue un acierto entender la adaptación que se hace necesaria.

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