La oficina dejó de ser un edificio con horarios y pasillos para convertirse en una red de talentos repartidos en distintas zonas horarias, culturas y contextos. Esa diversidad es una riqueza inmensa, pero también un reto. Liderar en una multinacional croata me ha permitido vivir esta transformación de primera mano. Coordinar equipos tan diversos no solo implica manejar agendas e idiomas, sino desarrollar una sensibilidad cultural que se aprende a fuerza de escuchar, preguntar y observar. He comprobado que el liderazgo remoto es, más que nunca, un ejercicio de empatía y adaptación constante. Como señala Harvard Business Review (2023), “el liderazgo remoto no es una cuestión de herramientas, sino de confianza y comunicación constante”.Las culturas no se decodifican solas. En algunos países, un correo breve y directo refleja eficiencia; en otros, el mismo tono puede interpretarse como frialdad. Lo que en una cultura se percibe como asertividad, en otra puede sonar agresivo. Entender estos matices es fundamental para evitar malentendidos y construir confianza. Según el estudio State of Remote Work 2024, de la compañía de gestión de redes Buffer, el 22 por ciento de los trabajadores remotos reporta sentirse aislado, mientras que el 91 por ciento dice que la comunicación clara con su líder mejora significativamente su productividad. No se trata de cambiar quiénes somos, sino de ampliar nuestro rango de comunicación para conectar mejor con quienes piensan y sienten distinto. George Bernard Shaw expresó que “el mayor problema en la comunicación es la ilusión de que ocurrió”. En equipos multiculturales, esa ilusión es el riesgo más común. Como líder, he aprendido que reconfirmar, pedir retroalimentación y validar la interpretación del mensaje es tan importante como dar la instrucción inicial.El trabajo remoto también borra los espacios informales como los pasillos, las cafeterías y los encuentros improvisados que alimentan la cultura organizacional. Por eso el reto no es solo mantener a las personas motivadas, sino ayudarlas a sentir que son parte de algo más grande, incluso, de un todo. Gallup reporta que los empleados que conectan con un propósito tienen un 56 por ciento menos de probabilidades de sufrir burnout. Ese propósito no se transmite con slogans corporativos, sino demostrando de manera tangible cómo cada tarea, desde la más operativa hasta la más estratégica, contribuye a la visión global. Mi experiencia me dice que cuando un colaborador entiende cómo su esfuerzo impacta en el resultado colectivo, incluso a miles de kilómetros de distancia, su motivación se multiplica.Aunque la virtualidad funciona, el contacto humano sigue siendo insustituible. Por eso impulsamos encuentros presenciales, cumbres, eventos y reuniones regionales en los que los equipos pueden verse cara a cara, compartir un café o simplemente conversar para conocerse. Esa cercanía cambia las dinámicas: después de conocer a alguien en persona, las interacciones digitales se vuelven más fluidas, naturales y humanas. Un estudio de PricewaterhouseCoopers (PwC, 2023) revela que las empresas que combinan encuentros presenciales estratégicos con trabajo remoto reportan un aumento del 28 por ciento en la colaboración efectiva y la innovación entre equipos. La distancia física jamás debe convertirse en distancia emocional. La cercanía se construye con gestos simples: reconocer logros, abrir espacios de retroalimentación sincera y celebrar hitos personales. Son recordatorios de que, detrás de cada pantalla, hay una persona real con sueños, preocupaciones y contextos únicos.El liderazgo remoto ya no es un experimento, es la norma. Y quienes trabajamos en multinacionales sabemos que la frontera no es geográfica, sino cultural y emocional. Liderar sin fronteras significa aceptar esa complejidad y transformarla en una ventaja. Como señala McKinsey & Company (2024), “la distancia física no determina la calidad de la relación laboral; la confianza y la conexión emocional sí”. Porque al final no importa cuántos kilómetros o pantallas nos separen: lo que realmente sostiene a los equipos es la confianza. Y esa, a diferencia de la tecnología, no se puede programar ni automatizar.Por Janeth Rodríguez, vicepresidente de Revenue para América Latina de Infobip
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