El mundo del turismo está viviendo una transformación silenciosa pero poderosa. El slow travel, viajar despacio, ha dejado de ser una opción minoritaria para convertirse en tendencia global. Esta filosofía propone permanecer más tiempo en un solo lugar, dejando a un lado la prisa por tachar destinos en una lista y, en cambio, abriendo paso a una inmersión genuina en la cultura local. No se trata solo de disfrutar más, sino de conectar con lo auténtico, reducir el impacto ambiental y favorecer economías menos explotadas; convirtiéndose así en un deseo de viajar como un local.En este contexto, destinos secundarios o menos masificados ganan protagonismo frente a los clásicos. La isla de Cerdeña, por ejemplo, ha visto un alza considerable de visitantes norteamericanos e irlandeses, con aumentos del 90% y 150% en ciertos alojamientos entre 2023 y 2024. Esa transferencia de flujo turístico hacia destinos menos saturados no solo permite una experiencia más tranquila, sino que revitaliza comunidades locales que antes quedaban al margen.La esencia del slow travel radica en tomarse el tiempo para observar hábitos cotidianos. Desde el café de media mañana hasta el modo en que los locales estructuran sus actividades diarias. Se promueve cambiar viajes fugaces por trayectos más relajados en tren, bicicleta o andando, aprovechando el viaje como parte del encanto y dejando que el paisaje hable por sí mismo.Freelancers, nómadas digitales y personas que pueden trabajar de forma remota han potenciado esta tendencia. Según datos recientes, en 2025, el 39% de quienes trabajan a distancia planean viajes más largos, frente al 31% en 2024. Además, la saturación de destinos tradicionales por el turismo de masas está incentivando a los viajeros a buscar lugares tranquilos, participar en talleres locales, conocer auténticas costumbres y evitar los circuitos comunes.Desde el punto de vista emocional y mental, viajar despacio aporta descompresión, presencia y bienestar. Expertos señalan que el slow travel ayuda a reconectar, reducir el estrés y profundizar en el entorno, algo que el turismo acelerado casi siempre deja en segundo plano. Con una sociedad que pide pausas cada vez más intensamente, este tipo de turismo ofrece ese respiro tan necesario.Para quienes aún piensan que viajar lento es un lujo inalcanzable, hay buenas noticias. Pues no hace falta tomarse meses libres. Se puede adoptar la filosofía incluso en escapadas cortas explorando destinos cercanos, alojándose en alojamientos pequeños, caminando más y programando menos.Este cambio en los hábitos viajeros no solo beneficia al turista, también al entorno y las comunidades anfitrionas. Se cultivan experiencias auténticas, sostenibilidad y un ritmo que invita al disfrute consciente y respetuoso del mundo. Y esto, sin duda, ya no es una mera tendencia pasajera, sino una forma más íntima y rica de vivir cada viaje.
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