Para hablar sin eufemismos, y siendo estrictamente objetivos, hay que decir que a Colombia la gobierna una banda criminal cuyos cabecillas actúan bajo la fachada de justicieros sociales. Llegaron al poder sobre la plataforma criminal del estallido social, el pacto de la picota y la financiación del narcotráfico y carteles de la contratación como el de Euclides Torres. Y ya en el poder han doblado su apuesta delictiva. No hay entidad que se haya salvado del saqueo, aunque algunas hayan tenido más prensa como la UNGRD, Ecopetrol, la SAE, el Sena, Mindeporte, Invias, Agencia Nacional de Tierras, etc.También han diseñado un meticuloso plan para colonizar las instituciones encargadas de controlarlos. Recientemente SEMANA divulgó la noticia de que el soborno a Iván Name incluiría el nombramiento de Vladimir Fernández en la Corte Constitucional. La compra de conciencias ha sido el método predilecto que han utilizado organizaciones mafiosas como el cartel de Cali para conseguir sus objetivos. ¿Para qué utilizar la violencia habiendo métodos más sutiles? Pero si estos fallan, entonces viene la violencia, como le ha ocurrido a la senadora Nadia Blel y al Senador Efraín Cepeda, en quienes Petro se ha cebado con una violencia verbal inusitada, y en el caso de la senadora Blel, mandándole una turba de gorilas para acosarla en su vivienda. O como hicieron con la Corte Suprema para que les nombrara una fiscal que obedeciera al jefe de la banda; esta vez los gorilas bloquearon el edifico de la corte blandiendo banderas del M19, para que los magistrados entendieran a qué se exponían. Y los magistrados nombraron intimidados a la fiscal Camargo, que se ha dedicado a taparle los delitos a sus jefes. “A la Fiscalía no le interesa saber nada sobre Vladimir Fernández” le dijeron a Sandra Ortiz. Pero lo más grave es que esta es una banda especial, esta no se va a contentar con el golpe maestro que han dado. No. Su designio es quedarse en el poder indefinidamente para continuar el expolio. Tampoco es el Estado su límite, para eso fungen como justicieros sociales al mejor estilo marxista, donde el sector privado debe desaparecer y el Estado, que son ellos, lo engulle todo hasta que no queda nada, ni derechos ni libertades. Solo ellos dueños de todo. Así pues, por mucho que hayan saqueado, y por mucho que hayan satisfecho sus vanidades, eso no es nada comparado con el botín que les espera: el poder absoluto. Pero además, tienen otro acicate: si continúan en el poder tienen su impunidad garantizada, si lo pierden, y llega un fiscal probo, y la justicia deja de ser constreñida, irán a la cárcel. Aún el jefe de la banda podría terminar preso en un escenario probable, donde algunos de sus delitos, como serían los que tienen que ver con traición a la patria por sus pactos con grupos criminales, queden de tal manera al descubierto que la Comisión de Acusaciones de la Cámara deje su tradicional indolencia y se vea obligada a impartir justicia por la presión ciudadana. Laura y Armando tienen mucho que contar, y si pierden, lo harán.Por todo lo anterior, Gustavo Petro y demás cabecillas han decidido huir hacia adelante, jugársela el todo por el todo, y les está funcionando. Lo triste es que de este lado todavía hay mucho espectador, mucho líder político haciendo sus pequeños cálculos, muchos empresarios alimentando el cocodrilo con la esperanza de que a ellos los deje de últimos, mucho periodista privilegiando el equilibrio sobre la verdad… Julio Cesar dejó muy claro este tipo de situaciones cuando dijo: “en Farsalia luche por la victoria, en Munda luche por mi propia vida”. De eso se trata la campaña del 2026 que ya empezó: de la propia vida.
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