El valor de la voz empresarial enriquece el debate público

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En Colombia, hablar de política sigue siendo para muchos un terreno minado. El temor a represalias, el miedo a perder clientes o alianzas, o incluso la autocensura aprendida, hacen que gran parte del empresariado evite pronunciarse públicamente sobre asuntos que, sin embargo, moldean el entorno donde operan nuestras empresas y viven nuestros colaboradores. Es momento de replantear esta actitud.Como empresaria, siento la enorme responsabilidad de influir positivamente en la sociedad y mi comunidad, pero a veces, esto incluye expresar abiertamente mis posturas políticas cuando nacen del compromiso ético, la justicia social y el deseo de construir un país más equitativo. La libertad de expresión, lejos de ser un privilegio, es una herramienta de transformación que fortalece la democracia y legitima el rol del empresariado como agente de cambio.Toda empresa por definición está inmersa en un ecosistema político. Las decisiones gubernamentales afectan la regulación, la tributación; el mercado laboral, el acceso a financiamiento y la competitividad. Pretender que el mundo empresarial es apolítico es, además de ingenuo, contraproducente. Cada decisión de inversión, contratación o expansión tiene una implicación política.En Colombia, donde los desafíos estructurales como la desigualdad, la corrupción o la violencia todavía son parte del paisaje cotidiano, la neutralidad puede convertirse en una forma de complicidad. El empresariado debe asumir su rol como parte activa en la construcción del país, y eso implica también levantar la voz frente a las injusticias, las malas políticas públicas o los abusos de poder.Expresar una identidad política no es sinónimo de polarización. Por el contrario, puede ser una muestra de coherencia y valentía. Los líderes empresariales que se comprometen con valores como la equidad, la transparencia, la inclusión o el respeto por los derechos humanos tienen la capacidad de incidir no solo en sus organizaciones, sino también en sus comunidades, gremios y cadenas de valor.La historia empresarial colombiana está llena de ejemplos de líderes que, sin necesidad de hacer proselitismo, han manifestado su postura frente a temas clave como la paz, la protección del medio ambiente; los derechos laborales o la educación. Estas voces, cuando se articulan con autenticidad y responsabilidad, enriquecen el debate público y motivan a otros sectores a sumarse al cambio.El miedo como barreraDecía que una de las principales razones por las que algunos empresarios evitan hablar de política es el temor a las consecuencias. Y este temor no es infundado: en Colombia aún persisten prácticas de estigmatización, persecución mediática o sanciones sociales hacia quienes disienten del status quo. Sin embargo, ceder al miedo solo refuerza los mecanismos de control que perpetúan la desigualdad y la injusticia.Cuando los líderes empresariales expresan sus posturas con respeto, argumentos y apertura al diálogo, contribuyen a una cultura de libertad que beneficia a toda la sociedad. La pluralidad de voces, incluyendo la del sector privado, es esencial para una democracia saludable. Silenciarse por conveniencia o por cálculo estratégico es, en última instancia, un acto que empobrece el debate y limita las posibilidades de transformación.Los empresarios y agentes de cambio tenemos una posición privilegiada para ejercer nuestra derecho a la libertad de expresión con responsabilidad, visibilizando causas, apoyando iniciativas sociales, oponiéndose a políticas regresivas y proponiendo rutas para el desarrollo inclusivo.De hecho, diversos estudios han demostrado que los países donde los líderes empresariales participan activamente en la esfera pública tienden a tener ecosistemas democráticos más sólidos, una mayor transparencia institucional y un mayor compromiso con la innovación social. En estos contextos, el empresariado no es visto como un actor extractivo, sino como un aliado estratégico para el progreso.Conclusión: hacia un empresariado sin miedoNo podemos seguir entendiendo el éxito empresarial como una torre de marfil aislada de la realidad social. El liderazgo empresarial del siglo XXI debe ser ético, visible, informado y políticamente consciente.Expresar una identidad política no debilita la marca, ni ahuyenta las oportunidades: por el contrario, construye reputación, genera confianza y posiciona al empresariado como un aliado auténtico del desarrollo sostenible y la equidad. Hablar con libertad, con argumentos y con propósito es también un acto de liderazgo.Empresarias y empresarios de Colombia, hablemos. No por confrontar, sino por construir. No por imponer, sino por inspirar. Porque cuando los líderes no callan, las sociedades avanzan.María Carolina Angulo, CEO & CoFounder en Lök Foods.

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