En el Vaticano, con la muerte del papa Francisco, se prepara el cónclave para elegir a su sucesor, que será también el sucesor de Pedro, mientras en Colombia se impone elegir al sucesor no de Pedro, sino de Petro. Gustavo Petro no está muerto, pero no puede seguir en el cargo, después de la acusación de drogadicción que le lanza Álvaro Leyva. Debe renunciar y recluirse en la Clínica Montserrat. El presidente trata a los ciudadanos como si fueran oligofrénicos cuando responde queél es adicto al café y adicto al amor.