Diana Saray Giraldo

Como lo había prometido, este primero de mayo el presidente Gustavo Petro radicó el texto que contiene las 12 preguntas de la consulta popular, que pretende que se adopte parte de la reforma laboral que se hundió en tercer debate en el Senado de la República.Con una plaza de Bolívar llena por la minga indígena, los sindicatos, los funcionarios del Estado y, por supuesto, ciudadanos que apoyan la iniciativa del Gobierno, el presidente Petro subió a la tarima a defender su decisión de someter a las urnas la aprobación de su reforma laboral.

Todos repiten lo mismo: la esencia del acuerdo de paz son las víctimas. Pero no es cierto. Las víctimas del conflicto armado están en completo abandono, especialmente, las víctimas de las Farc. El acuerdo de paz con esta guerrilla se estructuró de tal manera que se entregaron todas las garantías a los excombatientes, pero ninguna garantía se dio a sus miles de víctimas.No es que no fuera válido un acuerdo de paz. Tan válido es, que el país pudo dejar de lado la barbarie en la que nos tenían sumidos las Farc.

“A mí me violaron tres guerrilleros de las Farc cuando tenía 7 años. Uno de ellos estaba enfermo y por eso me dio una infección. Como no teníamos recursos, mis papás no me llevaron al médico y eso se me fue al riñón. Cuando me llevaron al médico, ya era muy tarde, perdí el riñón”. Quien habla es María, que en entrevista con Caracol Radio contó cómo fue violada en medio de la masacre de La Chinita, ocurrida en Apartadó en 1994. Pero no fue el único dolor vivido por María. Los guerrilleros volvieron a la finca en la que vivía con su papá, a quien exigieron el pago de una extorsión.

Deisy tenía 11 años cuando se la llevaron las Farc. Mientras asistía a las fiestas de su pueblo, en Casanare, Jair, comandante del frente 28, se apareció frente a su familia y le dijo a su mamá que venía por su hija. “O la entrega o le pegamos un tiro”. El último recuerdo que Deisy tiene es ver a su mamá de rodillas, rogando que no se la llevaran.“Me llevaron a un campamento, no solo a mí, sino como a diez niñas, de 12, 13, 11 años. Yo era la más pequeña. Me dijeron ‘quítese los pantalones’. Dije ‘Dios, ¿qué nos van a hacer acá?’.

Esta semana se conoció que Sneyder Pinilla, el exsubdirector de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), llegó a un preacuerdo con la Fiscalía para saldar la deuda con la Justicia por su participación en el multimillonario desfalco de corrupción en esta unidad.

El televisado consejo de ministros del presidente Gustavo Petro marcó un camino de no retorno dentro del Gobierno. En ese improvisado en vivo quedó echada la suerte de todo el gabinete. En el centro de la discusión siempre estuvo el hoy ministro del Interior, Armando Benedetti, que pasó de ser un paria llevado al exilio de una embajada sin renombre a convertirse en el hombre más poderoso del Gobierno. En ese consejo de ministros quedó claro que el presidente no solo quiere a Benedetti como su mano derecha, sino que está dispuesto a defenderlo por encima de todos.

Al caer la noche del miércoles, mientras las delegaciones del Gobierno y las disidencias de la Coordinadora Nacional Ejército Bolivariano cerraban el tercer ciclo de diálogos de paz, miembros del CTI de la Fiscalía irrumpieron en el Hotel Courtyard Marriott en Bogotá, donde se adelantaba la reunión, y capturaron a Geovany Andrés Rojas, alias Araña.

“Dicen que yo he inventado el realismo mágico, pero solo soy el notario de la realidad. Incluso hay cosas reales que tengo que desechar porque sé que no se pueden creer”. Las palabras son de Gabriel García Márquez, en una entrevista dada a El País en diciembre de 1995, cuando se le preguntaba cómo era capaz de narraciones que superaban toda imaginación. “Lo mío no es realismo mágico, sino realismo simple.

Este viernes, el presidente Gustavo puso fin a los diálogos de paz con el ELN. Las conversaciones se habían congelado desde agosto de 2024, cuando esta guerrilla consideró que el Gobierno había incumplido lo pactado al seguir adelante con la mesa de negociación de la disidencia del ELN llamada Comuneros del Sur. Desde entonces, mientras el Gobierno le pedía al ELN muestras claras de su voluntad de paz, volvieron los secuestros, los atentados contra las Fuerzas Armadas, la extorsión y los hostigamientos contra la población civil.