La política no se trata solo de ideas. Tampoco basta con tener poder. Liderar es, ante todo, una cuestión de carácter. Y por eso Gustavo Petro ha fracasado como presidente: porque su mayor déficit no es ideológico ni técnico. Es moral. Me explico. La historia le dio una oportunidad que parecía hecha a su medida: una coalición amplia, legitimidad democrática, hambre de cambio en amplios sectores del país. Tenía narrativa, tenía votos, tenía contexto. Pero le faltó lo más importante: ser buena persona.