SEMANA: Este viernes comenzaron a aplicarse los aranceles del presidente Trump. Usted no solo fue ministro de Comercio, sino que fue negociador del TLC con Estados Unidos. ¿Nos puede explicar en qué quedamos?Jorge Humberto Botero: Antes de entrar en eso, me gustaría contar el contexto, porque es clave para entender lo que estamos viviendo. En 1944, Estados Unidos llegó a la conclusión correcta de que iba a ganar la guerra y empezó a imaginar el mundo posterior. Un año después, en 1945, se realizó la reunión de Bretton Woods, de la cual surgieron el Fondo Monetario Internacional. La convicción de que el libre comercio sería fundamental en la reconstrucción, generó también la creación del Banco Mundial, para aportar al financiamiento de Europa, que había quedado devastada.Estados Unidos comprendió que, si no contribuía, no tendría mercados para expandir su economía. En la década de los cincuenta giró su interés a América Latina, Asia y África, y se creó la organización que luego se consolidó como la OMC.SEMANA: ¿Y eso qué tiene que ver con lo que está pasando?J.B.: Pues que Estados Unidos fue eje, inspirador y líder del libre comercio. Sigue siendo la primera economía mundial y ha conservado un liderazgo por 80 años. Y esa es la gran paradoja: el Gobierno del presidente Trump está destruyendo lo que, durante un largo periodo y con grandes esfuerzos, Estados Unidos, como líder mundial, contribuyó a crear.SEMANA: ¿Trump sí va a volver a su país “más rico” con los aranceles? J.B.: Hay que examinar el sentido de Make America Great Again (MAGA). El supuesto del que parte Trump es contrario a la realidad. Generará un gran deterioro, un empobrecimiento relativo de Estados Unidos. Él ve como enemigos, justamente, a los amigos que ayudaron a construir este mundo. La solución que plantea es incorrecta.SEMANA: Volvamos a los aranceles. ¿Qué es lo que está pasando?J.B.: Estamos ante un fenómeno extremadamente peligroso, generador de una incertidumbre gigantesca. Los aranceles que ha impuesto Trump provienen de la idea de que pueden imponerse tarifas compensatorias por daños no demostrados. Eso es contrario al libre comercio. Y resultan aún más aberrantes los llamados aranceles punitivos, como los que decretó contra Brasil para castigar, por así decirlo, las actuaciones de un Poder Judicial independiente en el caso de Bolsonaro. Ese ya es el imperialismo más crudo, más burdo. Nadie hubiera imaginado que fuera posible que cayéramos en eso. Lo que ahora ocurre es la protocolización de un clima de enorme incertidumbre. El comercio internacional no parece estar gobernado por reglas, sino por caprichos de quien está en la Casa Blanca.SEMANA: No le voy a preguntar por las tarifas exactas de cada país, porque cambian mucho. Pero quiero preguntarle por algunos casos concretos. Hábleme de China.J.B.: Tiene razón en eso. Como tantas veces ha ocurrido en el Gobierno de Trump, él avanza y retrocede. Un día dice una cosa y al día siguiente dice la contraria, en función de sus emociones, de sus pálpitos, de sus prejuicios. Sobre China, me gustaría hablar de manera general. El modelo de capitalismo de Estado que practica China suscita dudas fundadas sobre su lealtad con la competencia. Ellos pueden producir con un costo menor los bienes que llegan a Estados Unidos. China seguirá creciendo más que Estados Unidos, y a esa dinámica contribuirá paradójicamente la política agresiva de Trump frente a los países que antes fueron sus aliados.SEMANA: ¿Y la Unión Europea?J.B.: Eran grandes aliados tras la guerra, y hoy lo notable es que Estados Unidos ha dejado de ser un aliado confiable. Tendrá que realizar inversiones masivas en defensa. La confrontación de Europa con Rusia implicará la realización de inversiones masivas en el sector energético, y esa situación es más complicada para Alemania. Las distorsiones creadas por estos nuevos aranceles van a tener un impacto negativo en los flujos de comercio internacional. No puedo pronosticar el efecto combinado de todo eso en el crecimiento de Europa en los próximos años, pero puede que vengan años difíciles para ese continente.SEMANA: ¿Y México y Canadá?J.B.: Ahí yo creo que el daño es grande e intangible. Esas son relaciones que han sido excepcionalmente pacíficas. Para Canadá, estos actos agresivos de Trump crean una lesión muy difícil de superar. El solo primer anuncio de aranceles sesgó la posición del electorado y dio como resultado el nombramiento del primer ministro actual, que ninguna posibilidad tenía de serlo. Frente a México, la relación ha sido menos armónica, pero tal vez más importante. Los intercambios económicos son muy significativos. La presencia de México en Estados Unidos –a través de empresarios y trabajadores, sobre todo en el mundo agrícola, especialmente en California– es intensa. Esta situación crea, con ambos países, un daño gigantesco.SEMANA: Ahora sí, pasemos a Colombia. ¿Cómo quedamos?J.B.: También quiero decir algo de contexto primero. Petro es enemigo de los Tratados de Libre Comercio. El impacto que los aranceles puedan tener para la producción colombiana que exporta a Estados Unidos depende de la relación entre los aranceles que nos impongan y los de otros países que compiten con nosotros. Por ejemplo, si nos imponen aranceles al café, pero se los ponen a todos los países, quedamos en las mismas. Todo se encarece, y quienes pagan los platos rotos son los consumidores en Estados Unidos. Pero si hay tarifas diferenciales –por ejemplo, que a Indonesia o Vietnam, que son competidores fuertes en el mercado internacional, les imponen aranceles más altos–, pues eso nos favorece.SEMANA: Por ahora, vamos en que nosotros quedamos con el mismo 10 por ciento que ya teníamos desde hace meses. J.B.: Sí, así es. Pero lo que me parece muy grave son los aranceles retaliatorios puramente políticos, como en Brasil. Entonces, la mayor fuente de riesgo es que haya una respuesta al lenguaje absolutamente descompuesto, antidiplomático y agresivo del presidente Petro. Esto de decir que se traslada la Estatua de la Libertad a Cartagena es una agresión brutal, no solo al Gobierno de Estados Unidos, sino al pueblo norteamericano. Mi impresión es que Petro está jugando a un deterioro mayor de las relaciones con Estados Unidos, sobre la expectativa política –en lo cual podría no estar equivocado– de que se va suscitando un ambiente y un sentimiento antinorteamericano del que él y su grupo político pueden ser beneficiarios.SEMANA: ¿En qué sentido? J.B.: Por ejemplo, eso explica que dijera que creía que le habían retirado la visa. Él sabía que no se la habían retirado, pero estaba mandando el mensaje: qué bueno que me la retiren, con eso obtengo un dividendo político. Entonces, los riesgos mayores no son los aranceles que están próximos a entrar, sino los que podrían venir.SEMANA: Si este escenario llega a concretarse, ¿quiénes son los más afectados?J.B.: Nosotros exportamos unos cuantos productos del agro: café, flores, banano, aguacate y, también, manufactura liviana. Si nos imponen aranceles diferenciales, e insisto: diferenciales, podría ser catastrófico para Colombia. Podemos tener un estrangulamiento de la balanza de pagos. Eso puede generar una devaluación del peso, que no se ha producido hasta ahora, por fortuna. Lo mismo está ocurriendo justamente en Estados Unidos. Las medidas de Trump han acelerado una inflación que, de todas maneras, es baja. Han reducido las expectativas de crecimiento económico. Han incidido negativamente en el clima de inversión. Aquí pasaría lo mismo. Lo que ocurre es que Estados Unidos es una gran potencia, y a nosotros nos pueden aniquilar con aranceles punitivos. Una situación como la que está viviendo Brasil, trasladada acá, puede ser sencillamente catastrófica.SEMANA: ¿Qué se puede hacer para evitar este escenario?J.B.: Lo que Petro debería hacer –y no hará– es actuar dentro de los canales de la diplomacia, de manera prudente, absteniéndose de agredir e insultar. Creo que los sectores de oposición y el sector privado tendrían que pasar mensajes a las autoridades de Estados Unidos para que nos den el beneficio del tiempo, ganar las elecciones próximas y restablecer así una identidad básica ideológica de objetivos económicos y sociales entre Estados Unidos y Colombia. Me preocupa que la radicalización de sectores simpatizantes del presidente Uribe transmita en Estados Unidos la idea de que el proceso es de carácter político y amañado. No podemos, al calor de esta polaridad, incurrir en lo mismo que está haciendo el Gobierno, que a mí particularmente me parece nefasto. Pero yo confío en la prudencia, la mesura y el sentido republicano del presidente Uribe. Él ha comparecido y ha batallado por sus derechos. Y el liderazgo que mantiene es distinto al de sus bases y al que ejerce el presidente Gustavo Petro.
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