Las historias de horror que tienen como protagonistas a las crecientes disidencias de las Farc parecen no tener límites. En regiones como el Guaviare, esos grupos armados ilegales son la ley y nadie puede decir nada, incluso en casos en los que se compromete la vida de la comunidad. Por ejemplo, en zona rural de Calamar, ocho personas fueron citadas por los criminales para una supuesta labor humanitaria hace más de un mes y nunca regresaron a sus casas.