Cuando los astronautas del programa Apolo pisaron la Luna por primera vez, esperaban encontrarse con una superficie desolada, cubierta únicamente de polvo y rocas grises. No obstante, entre ese paisaje monocromático emergió algo inesperado: miles de diminutas esferas de vidrio color naranja que brillaban bajo el Sol lunar. Estos pequeños fragmentos, comparables en tamaño a granos de arena, despertaron la curiosidad de la comunidad científica durante décadas.Hoy, más de 50 años después de su recolección, estas cuentas han sido identificadas como verdaderas cápsulas del tiempo.