En Colombia, la figura de Álvaro Uribe ha sido tan disruptiva que la justicia decidió no juzgarlo sino neutralizarlo. La sentencia que lo condena por fraude procesal y soborno en actuación penal no es más que el instrumento formal de una persecución que lleva más de una década en marcha. Hoy, Álvaro Uribe Vélez es un preso político en pleno siglo XXI. Y lo es porque su verdadero delito fue haber enfrentado, sin titubeos, a los enemigos del país que ahora gobiernan con impunidad.No hay que ser uribista para ver el montaje. Basta con revisar el expediente.