Comunicar en tiempos de polarización: del ruido a la construcción de confianza

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En la última década, la polarización dejó de ser un fenómeno estrictamente político para convertirse en un lenguaje cotidiano. Hoy vivimos en un entorno en el que las narrativas no se cruzan, sino que se enfrentan. La comunicación ya no se mide solo por su alcance, sino por su capacidad de conectar en medio de la fractura. El reto para líderes, empresas e instituciones es doble: comprender que la polarización no es un accidente, sino un sistema que alimenta algoritmos, emociones y pertenencias; y, al mismo tiempo, encontrar un tono que no sucumba al ruido ni se diluya en el silencio de lo políticamente correcto.La polarización amplifica emociones primarias: miedo, indignación y orgullo. En las redes sociales, el contenido que más circula es precisamente el que exacerba estas sensaciones. Esto implica que marcas e instituciones no solo compiten por atención, sino que deben evitar ser arrastradas a trincheras que no les corresponden. En este contexto, el silencio tampoco es neutral: suele interpretarse como complicidad o desinterés. El resultado es un ecosistema comunicativo en el que la simplificación gana terreno. Los matices se pierden porque el debate exige frases cortas, posturas tajantes y respuestas inmediatas. Para quienes comunican, el riesgo es ceder a esa lógica binaria, sacrificando profundidad en nombre de la viralidad. Esa tensión entre claridad y complejidad es hoy una de las principales pruebas de liderazgo.Frente a este escenario, la comunicación necesita abandonar la lógica reactiva y asumir un rol estratégico. Ya no basta con medir reputación o conversación de manera esporádica: la polarización se mueve al ritmo del trending topic y exige sistemas de escucha constante, capaces de detectar cambios sutiles en la sensibilidad social antes de que se conviertan en tormentas. Pero escuchar no es suficiente; es necesario traducir esa inteligencia en relatos que reconozcan las diferencias sin negar la tensión, y que al mismo tiempo propongan causas comunes capaces de tender puentes. La sostenibilidad, la innovación, la diversidad o el bienestar pueden convertirse en territorios compartidos donde las organizaciones encuentren un lenguaje menos confrontativo y más convocante.En este mismo sentido, la vocería cobra un papel central. En un entorno donde los datos se cuestionan con rapidez y las cifras pierden legitimidad, la confianza descansa en la capacidad de transmitir emociones auténticas. Quienes entienden que comunicar no es solo informar, sino conectar, logran amortiguar la lógica polarizante y abrir espacios de diálogo donde parecía imposible. La comunicación deja de ser un escudo defensivo para convertirse en un ejercicio de empatía activa: escuchar con rigor, hablar con propósito y sostener coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.La polarización, en este sentido, no es únicamente una amenaza. También puede convertirse en una oportunidad para reinventar el rol de la comunicación. Aunque la lógica del enfrentamiento divide, también visibiliza preocupaciones ciudadanas, moviliza colectivamente y obliga a las instituciones a posicionarse. En medio de esa tensión, las organizaciones que sepan leer el pulso social podrán ganar relevancia y legitimidad.En definitiva, comunicar en tiempos de polarización exige valentía: la valentía de no quedarse en la comodidad del discurso neutro, la valentía de tender puentes entre extremos y, sobre todo, la valentía de reconocer que detrás de cada grieta puede surgir una nueva oportunidad de construir conversación y confianza.María Claudia Naranjo, Directora de Relaciones Corporativas de Banco de Bogotá.

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