“Jueves de Altoque”: la subcultura de los piques ilegales que azota la seguridad por las noches en Barranquilla

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“Jueves de Altoque”: la subcultura de los piques ilegales que azota la seguridad por las noches en Barranquilla

Camilo Andres Alvarez Peñaloza

12 de septiembre 2025 , 04:40 p. m.

12 de septiembre 2025 , 04:40 p. m.

“Jueves de Altoque”: la subcultura de los piques ilegales que azota la seguridad por las noches en Barranquilla

Además de ser carreras clandestinas, son un fenómeno urbano con códigos, rituales y riesgos que las autoridades se esfuerzan por intentar contener.

Camilo Andres Alvarez Peñaloza

Son las 10:15 de la noche de un jueves cualquiera. En la estación de gasolina Terpel de Puerto Velero, kilómetro 91 de la Vía al Mar, decenas de motociclistas y conductores de carros modificados se agrupan bajo la luz blanca de los surtidores. Algunos revisan motores, otros conversan, otros simplemente observan. Haciendo “caballito”, “quemando llanta” o acelerando las motos hasta humear. No hace falta estar sincronizados. Todos saben a qué vinieron. Es jueves. Es noche de “Altoque”.

Así se le conoce, entre quienes participan, a la cita semanal de los piques ilegales que se desarrollan en la vía que conecta a Barranquilla con Cartagena. El nombre proviene de la tienda de snacks de la estación de servicio Terpel, ubicada unos metros después del peaje de Puerto Colombia.

Los carros también participan, tanto en piques legales como ilegales.
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Una cultura que va más allá de correr

Aunque para muchos se trata simplemente de carreras clandestinas, lo que ocurre en estos encuentros es mucho más complejo. Es una subcultura urbana con sus propios códigos, jerarquías, rituales y motivaciones. Aquí no solo se corre: se compite, se presume, se “mostrosea”, según describe una fuente anónima que describió con detalles lo que es asistir a los piques.

“Esto es de egos, de demostrar quién sabe más, quién corre más, quién tiene el motor más fino”, dice. “No es solo velocidad, es respeto. Ver quien es el que más la tiene. Es casi que un estilo de vida”.

En efecto, los piques ilegales en Barranquilla no son nuevos. Se han reportado desde hace años en sectores como la Circunvalar, la salida de 7 de Abril, la Vía 40 y ahora, con más fuerza, en la Vía al Mar. Lo que cambia es su organización, su alcance y su impacto.

Carros, motos y caravanas: la noche se transforma

Los encuentros no se limitan a motociclistas. También participan carros modificados, muchos de ellos con sistemas de escape alterados, luces LED, suspensiones bajas y motores potenciados. Las caravanas suelen partir desde distintos puntos de la ciudad —como la estación Ecos en 7 de Abril— y se desplazan en grupo hasta la zona de competencia.

Es un problema que no sólo se presenta en Barranquilla.
Alcaldía de Medellín

Allí, en tramos oscuros o poco transitados, se realizan las carreras. No hay cronómetros oficiales ni jueces. Solo la mirada de los asistentes y el rugido de los motores. En ocasiones, se hacen apuestas. En otras, solo se corre por el prestigio.

Pero no todo es velocidad y exhibición. Según denuncias ciudadanas y fuentes cercanas a las autoridades, muchos de estos encuentros se han convertido en nichos de inseguridad. Se reportan atracos, riñas, consumo de licor y alucinógenos, e incluso hurtos de vehículos.

“Lo que preocupa no es solo la ilegalidad de la carrera, sino todo lo que se mueve alrededor. Es un espacio sin control, sin garantías, donde puede pasar cualquier cosa”, advierte un funcionario de seguridad del área metropolitana.

Y es que al ser una actividad al margen de la ley, no hay protocolos de seguridad, ni asistencia médica, ni evaluación de riesgos. Si ocurre un accidente —como ha pasado en varias ocasiones—, la respuesta institucional llega tarde o no llega.

Intervenciones policiales y límites de la autoridad

El pasado jueves, la Policía de Puerto Colombia intervino una concentración en la estación de gasolina de Puerto Velero. No hubo capturas, pero sí dispersión. El secretario de Gobierno, Leonel Morrón, reconoció que los piques se han convertido en un problema recurrente y que se reforzarán los controles.

Sin embargo, contener esta práctica no es sencillo. “Hay muchos puntos de encuentro, muchos grupos, diferentes horarios, diferentes reglas. Sería como bloquear media ciudad cada semana”, explica una fuente cercana a la Policía.

Además, la intervención policial muchas veces se basa en especulación o prevención, lo que genera tensiones con los asistentes y cuestionamientos sobre el uso de la fuerza pública.

¿Y los piques legales?

En contraste, existen iniciativas que buscan canalizar esta pasión por la velocidad de forma segura y legal. Eventos como “Cuarto de Milla Barranquilla” o los piques organizados en pistas autorizadas ofrecen espacios controlados, con medidas de seguridad, cronometraje y aval institucional.

Son decenas de vehículos que se reúnen para estas citas.
Archivo particular

Estos eventos han sido impulsados por clubes de automovilismo y motociclismo que promueven la cultura motor como una afición legítima, comparable con la música o el deporte. “No se trata de condenar la velocidad, sino de darle un cauce responsable”, dicen sus organizadores.

Barranquilla tiene una cultura automotor vibrante. Desde los clubes de motos de alto cilindraje hasta los talleres de personalización, pasando por los encuentros de carros clásicos y los foros de mecánica. Para muchos jóvenes, modificar su moto o su carro es una forma de expresión, de pertenencia, de identidad.

Por eso, reducir los piques ilegales a simples actos de rebeldía o delincuencia sería injusto. Ahora bien, lo que también es injusto es la tensión entre cultura y legalidad, entre libertad y seguridad y entre pasión y responsabilidad.

Desmantelar los piques ilegales no será fácil. No basta con operativos esporádicos ni con discursos moralistas. Se requiere una estrategia integral que combine control, pedagogía, alternativas legales y diálogo con los actores de esta subcultura.

Mientras tanto, cada jueves, decenas de jóvenes seguirán reuniéndose “al toque”, desafiando la noche, la ley y el destino. Algunos lo hacen por adrenalina. Otros, por reconocimiento. Otros, simplemente, porque no conocen otra forma de sentirse parte de algo.

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Camilo Alvarez Peñaloza, periodista de EL TIEMPO Barranquilla @camiloa.ap_20

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