Francisco Santos

La soberbia de Irán y su líder Alí Jamenei tiene a su dictadura al borde del colapso. La verdad, ojalá así sea, pues ese país se ha convertido en uno de los grandes facilitadores del terrorismo global. Los Acuerdos de Abraham, que impulsó Donald Trump en su primer gobierno y que normalizaron las relaciones de Marruecos, Sudán, Baréin y Emiratos Árabes con Israel, cambiaron el equilibrio político en el Medio Oriente.

Las cosas hay que llamarlas por su nombre. Gustavo Petro ya no es el presidente democráticamente electo de Colombia. Es el dictador de Colombia. Su decisión de pasar por encima del Congreso y romper la institucionalidad democrática, además de chantajear con una asamblea constituyente, es el inicio del fin de la democracia si no lo frenamos. En Perú, el presidente destituido Pedro Castillo quiso cerrar el Congreso, razón por la cual está en la cárcel.

Recuerdo de pequeño, de joven y hasta de adulto sentarme frente a la televisión para ver un culebrón o una telenovela en la que, si bien divertía, el final era tan predecible que en el primer capítulo ya se sabía quién era el malo o la mala, el bueno o la buena, y quienes iban a terminar juntos después de innumerables obstáculos y peleas. Recuerdo Topacio y Cristal, de Venezuela. Yo soy Betty, la fea o Pasión de gavilanes, de Colombia. Cuna de lobos y María la del barrio, de México.

Ya nos tiene acostumbrados el presidente Gustavo Petro a tirar la piedra y esconder la mano. Pasamos del “yo no lo crie” a que su mano derecha, el corrupto ministro del Interior, Armando Benedetti, dijera “ni el Gobierno nacional ni ninguno de nosotros puede convocar las huelgas”. Se le olvidó el discurso del mal llamado cabildo abierto de Barranquilla, donde con toda claridad Petro planteó este paro nacional. Le salió mal, muy mal, esta demostración de fuerza a Petro y a sus aliados.

En Colombia había en los sesenta y setenta un personaje fantástico que fue candidato presidencial varias veces y que se convirtió en un ícono de la locura política: Gabriel Antonio Goyeneche. Los estudiantes de la Universidad Nacional ayudaban a inscribirlo como candidato para mandar un mensaje de irrelevancia de los líderes políticos, del sistema político y de la democracia. Sus discursos en la plaza de Bolívar, también los hacía en la plaza del Rosario, arrancaban carcajadas y estupor en algunos.

Ya el presidente Gustavo Petro anunció una huelga nacional o una protesta general, aún no sabemos cómo finalmente la acabará llamando. La intención es crear caos y generar las condiciones para quedarse. ¿La institucionalidad?, no importa. ¿La oposición?, tampoco; todos son unos HP. Sin embargo, y no lo creo, hay otro escenario que es mucho más institucional y donde la solución se da dentro de las normas democráticas. Ojalá sea esta segunda opción la que se vuelva realidad, pues la primera va a ser mucho más violenta.

Llevo casi dos años repitiendo lo que el pasado jueves el presidente Gustavo Petro acaba de confirmar: no se va a ir del poder y va a tocar sacarlo. Quedó claro esta semana que 2026 no va a ser un año electoral normal, y si la oposición y los empresarios no actúan ya y no cambian la manera como enfrentan este reto, pues vamos a acabar como Venezuela.Tenía lista una columna sobre los 100 días de Donald Trump. Ya estoy aburrido de reiterar en público y en privado el escenario que veo venir y en el cual perdemos la democracia y la libertad.

Este domingo pasado, el candidato ecuatoriano de derecha Daniel Noboa derrotó por más de 10 puntos de diferencia a la candidata del socialismo del siglo XXI y marioneta de Rafael Correa, Luisa González. Esta elección y algunas de las cosas que Trump está haciendo en Estados Unidos dejan lecciones que la oposición en Colombia debe aprender.La primera es la respuesta de la candidata derrotada. Obviamente no aceptó el resultado, habló de un fraude inexistente y de una dictadura.

Finalmente, todos debemos tener claro para dónde va esta guerra arancelaria. Los efectos hay que preverlos y nuestras economías deben alistarse para enfrentar a China o, si no, ver cómo este país y sus exportaciones acaban con su mediana y pequeña industria. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acaba de establecer una moratoria de 90 días a sus aranceles con una excepción: China. Este país queda con un 145 por ciento de impuesto a sus exportaciones a Estados Unidos y no se aplaza la medida.¿La razón? China no deja entrar a nadie a su mercado libremente.

Nada cambia si sale el proyecto de ley de salud del Gobierno. El daño ya lo hicieron y destruyeron uno de los mejores sistemas de salud del mundo. ¿Muertos? No importa, el fin justifica los medios, y tanto el presidente Gustavo Petro como el ministro Guillermo Alfonso Jaramillo se lavan las manos y mienten de manera descarada al respecto. Lo que no se entiende es que los prestadores, los hospitales, los médicos y hasta los pacientes aguanten callados.