Salud Hernández-Mora

No esperen a un Petro más sereno, sobrio y racional en 2025. Aunque deje el trago fuerte, como anunció en uno de sus últimos incendiarios y disparatados discursos, tendremos a un presidente aún más agresivo, radical y pendenciero.Cada día sube el volumen de sus calumnias, amenazas e insultos porque siente que se le agota el tiempo para inmortalizarse como un Allende.

Le pido perdón, señor intendente Luis Carlos Bonilla. Ofrendó su vida para nada. Así de crudo. Lo sabría usted durante el tiempo que permaneció al frente de la estación de policía en Teorama: desdibujamos de tal manera las fronteras entre el bien y el mal que desconocemos los límites, todo nos parece normal. Y ni digamos en el Catatumbo, donde el Estado es irrelevante y la ley la imponen el ELN y las Farc, únicas autoridades de la región desde hace demasiados lustros.Imagino que desde el cielo habrá llorado de dolor e impotencia. No solo por dejar un vacío irremplazable en su familia.

Es imposible que Colombia progrese con un presidente cada día más agresivo, amante de vociferar propuestas surrealistas, rodeado de corruptos y de pésimos gestores.

Son malos actores. Y eso que actúan con frecuencia para encubrir al emperador. Pero esta vez, en lugar de dignos ministros y senadores rasgándose las vestiduras por una causa noble, parecían rebeldes de vodevil y plañideras baratas.Pretenden vendernos el cuento de que Armando Benedetti y Laura Sarabia tienen secuestrado al pobrecito Gustavo Petro, al que asignaron el papel de víctima en el culebrón palaciego.Como si no supiéramos que el presidente es el único responsable de las (supuestas) irregularidades y el Pacto Histórico, su encubridor nato.

Solo son seis. Nada más. Seis vidas miserables, sin valor alguno, que salvarían a millones de seres humanos si desaparecieran. El escuálido ramillete de capos que aún sostienen un engranaje maldito –Maduro, Cilia, Diosdado, Padrino, Delcy, Jorge y Tarek– forman una satrapía en clara decadencia.

Que Nicolás Petro es corrupto, es una verdad palmaria. Igual que el inocultable odio que el jefe de Estado siente hacia la directora de SEMANA. No le perdona que haya destapado los escándalos de corrupción que rodean a su familia. Y la ataca en la X de Elon Musk, espacio al que dedica horas de manera compulsiva, denigrando la majestad de su cargo. Petro aún no es consciente de que ocupa la jefatura del Estado y no es un simplista y visceral tuitero, de los tantos que pululan por las redes sociales.La última portada de la revista –“Nos jodimos”– debió causarle una úlcera estomacal.