Salud Hernández-Mora

No será fácil retornar a la normalidad. El ELN conquistó el territorio, se apropió de un suculento botín, y ahora es el único amo. Su brazo financiero, llamado PER, se quedó con fincas, vehículos, comercios, animales, negocios que pertenecían a guerrilleros, milicianos, familiares o colaboradores de las Farc-EP. Luego los pondrán a nombre de su gente y no querrán devolverlos a sus legítimos dueños jamás.

Cuando las tropas de Salvatore Mancuso perpetraron la masacre de La Gabarra, en agosto de 1999, las Farc llevaban cuatro lustros en el que era el poblado más cocalero del Catatumbo.La estampida hacia Venezuela fue masiva, pero con el pasar del tiempo, muchos pobladores retornaron y se resignaron al yugo paramilitar.En aquellos años, recorrer el trayecto entre Cúcuta y dicho corregimiento de Tibú, de unas cuatro horas, era una lotería.Una vez me tocó una pesca milagrosa del ELN. Demoramos un par de horas retenidos, a pesar de que el Ejército estaba cerca.

Hay hombres armados con fusiles en cascos urbanos, los combates se suceden, igual que los asesinatos selectivos, empiezan a aparecer cadáveres botados por los caminos y ambos bandos han sufrido bajas. “Esa guerra no nos conviene a ninguno”, me había dicho el comandante Andrey Avendaño, jefe del frente 33 de las Farc-EP, cuando lo entrevisté en diciembre pasado en el campamento del bloque Gentil Duarte, situado en el corazón del Catatumbo, en Norte de Santander. “Los dos grupos tenemos familiares y conocidos en toda esta región”, anotó.

Siquiera se va el presidente que indultó con descaro a su hijo corrupto y, visto el regalo a la tiranía cubana a cambio de migajas, habrá que alegrarse de que no venciera Kamala Harris. Con los demócratas en la Casa Blanca, no habría ni asomo de esperanza de tumbar las dictaduras de nuestra región.No sé si el imprevisible, histriónico y bravucón de Trump, que ladra mucho y muerde poco, hará lo necesario para acabar con los sátrapas que aplastan las libertades de nuestros hermanos en Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Fue el escenario de un crimen que Gabo inmortalizó. Pero no lleva el nombre de Santiago Nasar ni el del genial escritor, ni tiene signo alguno que recuerde que frente a su fachada murió acuchillado Santiago Nasar. La casona donde residía el protagonista de la magistral obra del premio nobel es un tradicional almacén de abarrotes, situado en la plaza principal de Sucre, el pueblo del departamento homónimo al que llegó la familia García Márquez en 1939.

Gracias, María Corina, muchas gracias. Volviste a devolvernos la esperanza. En este mundo sombrío, en el que cada día crece la desconfianza hacia los dirigentes y las instituciones, contamos con una estadista valiente, visionaria, inteligente, desprendida, honesta, coherente, capaz de unir a su pueblo y sortear tempestades para guiarlo a buen puerto.No se avizora otra personalidad de su misma estatura moral en el universo político.