Un penetrante olor a gasolina, ácido sulfúrico, cal y cemento impregnaba el ambiente. El ruido estridente de una cortadora de pasto se mezclaba con la voz chillona de un cantante de música popular que salía de un pequeño y destartalado parlante que colgaba de una viga de madera, donde se encontraba amarrado con un pedazo de cabuya.