Organizar un festival, serio, como este de música clásica de Bogotá que, milagrosamente, llega a su séptima edición, es una empresa de titanes. Y centrarlo en la música de América del siglo XX, que abarca desde la península de Boothia, en Canadá, hasta la Tierra del Fuego, compartida por Chile y Argentina, es un acierto. Un acierto del Teatro Mayor, que lo organiza cada dos años durante la Semana Santa. Dice la organización que se trata de la “búsqueda y reencuentro con la identidad”. Eso ya lo justifica.Desde luego, “son todos los que están”, pero ¿están todos los que son?