Claudia Varela

Es lo que nos pasa a todos. Un mundo sobreinformado que normaliza el hecho de no parar de pensar, maquinar, producir. Pensar demasiado se ha convertido en una práctica común. Nos encontramos constantemente analizando cada detalle de nuestras vidas, desde decisiones triviales hasta las más importantes. El problema es que no paramos a tomar aire y conciencia de que este hábito puede tener consecuencias negativas para nuestra salud mental y bienestar general.Pensar demasiado también es conocido como overthinking, y puede llevar a un ciclo interminable de preocupación y ansiedad.

Ser ansioso, tener ataques de pánico, no saber qué hacer y tener un gran vacío en el pecho: situaciones y síntomas recurrentes que hoy vivimos. No sé si antes no pasaba con tanta frecuencia o simplemente aprendíamos a tolerarlo. El tema es que hoy la ansiedad y ese desasosiego están en muchos más humanos que antes.Normalizamos la ansiedad como algo ordinario, hemos llegado al punto de pensar que vivir con estrés es normal cuando en realidad no lo es. Nos hemos acostumbrado a que el cansancio permanente sea habitual, el dolor de espalda, el dolor de cabeza e incluso la irritabilidad.

Al principio de este año, tuve una buena sesión de vino con un excompañero de trabajo, de esos que se ven jóvenes, tienen alma perenne, pero al final ya sienten que se cansaron y necesitan empezar a contar semanas prepensionales. Es joven para pensionarse, pero quizá ya muy curtido en el ambiente corporativo y, a veces, su batería se deteriora.Lo escuché mucho porque esa era mi misión en ese momento.

Emprender me parece de valientes. No todo el mundo tiene la ‘garra’ para tomar la decisión. Hablé con una amiga que de emprendedora está pasando a ser empresaria. Quería escuchar de ella que las equivocaciones ocurren y que no existe nada ni nadie perfecto y la verdad debo confesar que fue difícil que lo dijera.Creo que al final yo decidí escuchar e interpretar que todos nos equivocamos y frustramos alguna o muchas veces en la vida. Les costó tanto llegar a eso que entendí el nivel de exigencia que tienen con ellos mismos.

Hoy es un día gris donde llueve y solo un pequeño rayo de sol sale tras las nubes de una ciudad agitada y demasiado grande. Camilo está sentando muy temprano después de correr un poco, encontrando razones para alegrarse de volver a una reunión de trabajo que tiene con su comité ejecutivo en su Casa Matriz. Casa matriz que vive problemas globales, pero que a veces no entiende que aquí se suman los trenes interoceánicos que nadie sabe cómo explicar.Camilo es un buen jefe.

Se supone que hay temas que son positivos, pero si no se manejan bien terminan siendo como los excesos y la falta de moderación. Siento que hay una aparente obsesión de muchos por impactar el mundo, por “ayudar” a otros, por ser mejor persona, por lucir bien y por ser auténtico, entre otros.Conceptualmente, todo suena fascinante, y aunque no sea lograble, al menos pareciera obligación hacerlo o publicar qué se hace.

Hace muchos años escuché a un speaker en una conferencia sobre Colombia, diciendo que el país sufría de una triste incapacidad para sorprenderse, ya que las cosas que pasan a veces parecen macondianas y pocos asuntos merecen nuestra atención. Es como un multiverso donde ocurre todo, salimos de todo, pero normalizamos las cosas que deberían al menos merecer un comentario.Por ejemplo, a Sara Millerey la asesinaron la semana pasada y pasó como una noticia más. Sara era una mujer y activista trans de 32 años que vivía en Bello, Antioquia. Su asesinato fue brutal.

Una de las cosas más difíciles de hacer en la lógica organizacional y corporativa es delegar, dejar el ego a un lado para entender que no todo se puede controlar y que el mundo sigue girando a pesar de que no estés en él.Y si hablamos del mundo del liderazgo y la gestión, una de las habilidades más valiosas que se puede desarrollar es la capacidad de delegar. Soltar el control no solo libera tiempo y energía, sino que también empodera a otros en el equipo y fomenta un ambiente de confianza y crecimiento.

Vivimos en una época donde la tecnología ha simplificado muchos aspectos de nuestra vida diaria. Desde la entrega de comida a domicilio hasta la automatización de tareas laborales, parece que todo está diseñado para hacernos la vida más fácil.

Me pregunto todos los días cuáles son los principales motivadores de la gente hoy para pertenecer a una organización. En mi experiencia, con conversaciones francas de coaching y colegas descubro que la inspiración desde la empresa y los líderes es fundamental.