En medio de la era digital, el celular se ha vuelto parte de la rutina diaria, pues no solamente acompaña el trabajo, sino también el descanso, los desplazamientos, las conversaciones y hasta los silencios, lo que ha creado una relación emocional, social e incluso automática.
Sin embargo, el uso excesivo de esta clase de dispositivos puede generar un impacto significativo en la salud de las personas, tanto en adultos como niños, ya que el cuerpo y la mente pueden sufrir grandes consecuencias por esta práctica.
El psicólogo y docente universitario Juan José Soza, de la Continental Florida University, busca generar una reflexión sobre el número de horas que la gente invierte al frente de una pantalla: “Más que enfocarnos en una cantidad exacta de horas, lo importante es evaluar el tipo de uso y su impacto en la vida diaria”, explica.
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Frente a este tema, la Organización Mundial de la Salud (OMS), sugiere evitar por completo el uso de pantallas en menores de dos años y limitarlo a una hora diaria en niños de entre 2 y 5 años. Sin embargo, Soza subraya que el número no lo dice todo, ya que hay otros factores de por medio.
La trampa de la dopamina y la adicción silenciosaParte de esta relación con el celular está mediada por lo que ocurre en el cerebro: “El celular satisface necesidades como la conexión social, la validación y el escape del aburrimiento. Cada notificación libera dopamina, generando un ciclo de recompensa muy parecido al de otras conductas adictivas”, comenta el experto.
Ese mecanismo, aunque muchas veces pasa desapercibido, puede tener consecuencias, especialmente cuando el dispositivo no está cerca; “Nos cuesta estar lejos del celular porque se ha convertido en una zona de confort emocional. Sin él, muchas personas experimentan una sensación de pérdida de control”, añade.
Relaciones superficiales, autoestima en riesgoLa vida social también se ve atravesada por esta dinámica: “El uso excesivo del teléfono puede deteriorar la calidad de nuestras relaciones. Ignorar a alguien por mirar el celular, lo que se conoce como phubbing, genera rechazo y afecta la conexión emocional con los demás”, señala el especialista.
Asimismo, el uso prolongado de las redes sociales conlleva a un sentimiento de comparaciones constantes: “Exponernos continuamente a vidas idealizadas y editadas en redes sociales puede hacernos sentir que no somos suficientes. Esto alimenta la ansiedad y debilita la autoestima”, apunta.
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¿Qué recomendaciones hay para generar una convivencia más sana?Frente a este panorama, Soza propone algunas estrategias para generar pequeños cambios y así recuperar el control sobre el tiempo y la atención: “Evitar el uso del celular una hora antes de dormir, durante las comidas o al despertar puede tener un impacto positivo en nuestro bienestar”, recomienda.
También sugiere desactivar las notificaciones que no sean necesarias, establecer pausas digitales durante el día y reservar momentos para actividades fuera del entorno digital: “La clave no está en eliminar el celular de nuestras vidas, sino en aprender a usarlo con intención. Redefinirlo como una herramienta, y no como una fuente constante de validación, es esencial”, concluye.