Desde la ventanilla del avión, el mar Caribe aparece primero como una franja azul densa que se extiende hasta donde alcanza la vista. Luego, la línea costera comienza a definirse con claridad: playas blancas, bloques de edificios en Bocagrande, la ciudad amurallada al fondo y, más allá, islas y barcos dispersos en el horizonte. A pocos metros de aterrizar en el Aeropuerto Internacional Rafael Núñez, Cartagena parece rodeada de agua por todas partes.