Hace un tiempo, en una sesión con un líder muy respetado, me dijo con una mezcla de sinceridad y cansancio: «Lucila, hay momentos en los que solo tengo un cuadro detrás de mí». Aquella imagen, tan simple como poderosa, me conmovió. Habla de la soledad que muchos líderes experimentan: están rodeados de gente, agendas repletas y metas ambiciosas, pero sienten un vacío difícil de explicar. Al final, el cuadro colgado en la pared se convierte en su única compañía.Este sentimiento no es poco común.