En el convulsionado mundo de hoy, el triunfo de Daniel Noboa en Ecuador fue un respiro. El vecino país ha vivido en los últimos años como en una caldera, con problemas de todo tipo en materia de seguridad y violencia, penetración de grandes grupos criminales, apagones y crisis energética y una economía que no repunta. Y en este explosivo coctel había un elemento que podía hacer estallar una crisis peor: el regreso de Rafael Correa, en cuerpo ajeno, al poder. El expresidente, condenado por corrupción y exiliado en Bélgica, tenía en Luisa González esa esperanza.