A Gustavo Petro no le interesa gobernar, le interesa figurar. Cada semana necesita un nuevo debate, un nuevo escándalo, una nueva cortina de humo. Empezó hablando de una consulta popular para distraer a Colombia de su inoperancia, pero como ese globo se desinfló, ahora pretende instalar la idea de una constituyente. Su obsesión es que todos hablemos de lo que él impone, mientras el país real —el del desempleo, la inseguridad y el colapso institucional— se sigue deteriorando.Nada de esto es casual. Petro ha convertido la Presidencia en una plataforma de agitación.