“Si no vuelvo, sigan trabajando acá. Yo no debo nada”, dijo James Cantillo a los suyos cuando se dirigía, junto a otros vecinos, a cumplir la cita con las Farc-EP de Iván Mordisco, la disidencia que ejerce control en gran parte del Guaviare. Tal vez recordó en ese momento la advertencia que le hicieron unos conocidos en enero pasado: “La guerrilla no quiere saber nada de araucanos”. Pero no le prestó atención.