- El rector Leopoldo Múnera dice que estas son explicaciones sesgadas y anunció que se investigará el fenómeno.
Estos hechos, que causaron malestar en gran parte de comunidad educativa tanto por las afectaciones en el desarrollo de las clases como por tratarse de una decisión relacionada con un hecho político (los indígenas vinieron a participar de las marchas del 1 de mayo y manifestaron su apoyo al gobierno del presidente Gustavo Petro), volvieron a poner a la Universidad Nacional en el centro de los titulares, y no por su renombrada calidad académica o por el alcance de sus investigaciones, sino por ser una más de las distintas polémicas que se han originado en la institución en los últimos meses.
Y es que desde que hace un año, con la controversia en el proceso de elección de rector (que llevó a un extendido paro de tres meses, a un retraso en el calendario escolar -apenas hace un mes dio inicio el semestre 2025-1- y a una disputa por la rectoría que hoy cursa en las más altas instancias judiciales y está a la espera de una decisión del Consejo de Estado), la Universidad Nacional se ha hecho más mediática por temas completamente ajenos a lo académico.
Claro ejemplo de ello son los hechos de violencia registrados a finales de febrero e inicios de marzo, cuando se registraron varios tropeles, incluyendo uno en el que quedó grabado cómo encapuchados robaron hachas de los equipos de emergencias de la universidad, ante el rechazo de los estudiantes.
Meses antes, en medio del paro, surgieron denuncias acerca de vigilantes amordazados y amenazados por encapuchados, que incluso llegaron a intimidar al personal bajo la amenaza de prenderles fuego con gasolina.
También fue polémico que la Universidad Nacional sirviera como sede de la asamblea nacional del Pacto Histórico el pasado mes de septiembre, evento que además contó con la presencia del presidente Gustavo Petro, un hecho inédito, y que para críticos de la administración actual del rector Leopoldo Múnera, como Diego Torres, representante profesoral ante el Consejo Superior Universitario, “es una clara muestra de la politización que se vive en la universidad”.
Otros hechos recientes que han acaparado titulares han sido la pérdida de 55.000 millones de pesos donados por los Países Bajos para la construcción de la sede Tumaco por no finalizar el proceso de contratación, la polémica en torno de la corporación Rotorr, así como la aprobación por parte del Consejo Superior Universitario (CSU) de dar inicio al proceso de constituyente universitaria, con el que se plantea la posibilidad de cambiar los estatutos internos de la universidad.
Impacto reputacional
Para el analista educativo Francisco Cajiao, todo esto ha venido minando la imagen que tienen los colombianos respecto a la que es la universidad pública más importante y prestigiosa del país: “En general, cualquier centro educativo superior en el que se empiezan a presentar irregularidades, su imagen se afecta. Y esto va mucho sobre las familias y la expectativa de los jóvenes. Yo creo que la primera evidencia es la baja muy significativa en las solicitudes de ingreso de la universidad”.
Los datos, revelados por EL TIEMPO, muestran, entre otras cosas, que el número de inscripciones para presentar el examen de ingreso a la universidad en pregrado para el semestre 2025-1 (actualmente en curso) fue de 40.054, mientras que para el mismo periodo del año pasado, es decir, el semestre 2024-1, fue de 54.567, o sea, 14.513 aspirantes menos y la cifra más baja en al menos 20 años en un examen de ingreso para el primer semestre del año.
Por su parte, hace exactamente una semana unas 25.167 personas presentaron el examen para ingresar al semestre 2025-2, unas 6.568 personas menos que hace un año, cuando 31.735 jóvenes lo presentaron para entrar al semestre 2024-2.
De acuerdo con Torres, esto refleja que “los estudiantes y sus familias ven que no vale la pena ir a una universidad que genera tanto conflicto y de la que se tiene la impresión de que se sabe cuándo se entra y no cuándo se sale”.
Ante ello, el analista educativo Ricardo Rodríguez afirmó que “las familias no quieren exponer a sus hijos a presiones indebidas, a los tropeles o a que estén en riesgo de que se aplace el semestre o se retrase el calendario académico. Pero también los mismos alumnos simplemente toman la decisión de no estar en un ambiente como este. Hay estudios que demuestran que los jóvenes piden cada vez carreras más cortas y no están dispuestos a entrar a una institución donde puedan durar hasta ocho años estudiando”.
Opinión similar es la de Cajiao, para quien todos estos escándalos en la Universidad Nacional “no coinciden con sus indicadores objetivos en términos de investigación, de producción, publicaciones, etc., trabajo que viene haciendo porque muchos de los ingresos de la universidad provienen de ahí”.
Pero agrega: “El problema es que quienes sufren realmente las consecuencias de todo esto son los estudiantes. Y sobre todo esa inmensa masa silenciosa. Porque la imagen que se proyecta sobre la sociedad a propósito de una universidad como la Nacional es la de un puñado de encapuchados y revoltosos, o la de una crisis de gobernanza en donde está en tela de juicio la legitimidad del rector hasta que el Consejo de Estado se pronuncie. Pero eso no corresponde a la realidad de la universidad en su conjunto, cuya mayoría de estudiantes termina cargando con el estigma”.
Sin embargo, el rector Leopoldo Múnera no opina lo mismo. En diálogo con EL TIEMPO aseguró que “el descenso ha sido sistemático con un pico bajo en el momento en la pandemia, el 2021 y el 2022, pero todo el tiempo ha estado descendiendo. Y eso no se ve solo en la Universidad Nacional, por lo que explicaciones que se refieran solo a lo que ocurre en la institución me parecen sesgadas”.
Y agregó: “La caída empieza en el año 2019, y no empieza por los fenómenos de elección de rector ni por los debates sobre la rectoría. El deterioro de la imagen habría que comprobarlo, porque eso afectaría la visión que hay sobre la universidad en padres de familia, por ejemplo con la presencia de encapuchados, que no es nueva y lleva años ocurriendo”.
Según el rector, el descenso en los aspirantes podría deberse a factores culturales como las expectativas de los jóvenes y el tipo de carreras que estos están eligiendo, favoreciendo opciones más cortas y flexibles. Sin embargo, no descarta que haya incidencia de factores como el retraso en el calendario académico, por lo que anunció: “Desde la Vicerrectoría de Investigación vamos a hacer una convocatoria para investigar qué es lo que está sucediendo con el examen de admisión”.
MATEO CHACÓN ORDUZ | Subeditor Vida - Educación